Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino” (Gabriela Mistral)
Camino o senda, autovía o carretera, elementos constitutivos que forman la gran red de comunicaciones por las que circulan las “conductas humanas”, que a lo largo de la historia la humanidad ha utilizado en la conquista de las ideas, de sus victorias o derrotas en la transmisión de sus culturas o en el avance sucesivo en su civilización y que en definitiva marcan las vidas y el destino futuro de sus países. Se trata de subir o bajar por unos “caminos” personales o colectivos aparentemente invisibles; son los caminos ético-morales a los que en cabecera señala Gabriela Mistral y que pueden influir en las conciencias, planteamientos y decisiones de las sociedades en que vivimos.
Cada país tiene su pasado, presente y futuro en su historia; una trayectoria, un camino recorrido y otro por recorrer con éxitos y fracasos. Es como una sinfonía incompleta sin fin, como un libro siempre abierto de infinitas páginas, unas ya escritas y otras en blanco por llenar, cuyos acontecimientos se empezaron a escribir hace muchos años, y sus protagonistas actuales las llenan a diario, formando una historia siempre inacabada hasta el final de los tiempos.
Esta historia singular, esta vida colectiva, tiene una característica especial, la de que todos somos actores y protagonistas, y por tanto responsables de lo bueno y de lo malo que hagamos como seres humanos, como colectivo o como nación; autores e intérpretes de todas las acciones buenas o malas que realicemos. Por ello, no tiene sentido el vicio nacional de criticar al prójimo al echarle la culpa de todo lo que nos perjudica, en especial al Gobierno de turno y a los políticos, a los empresarios y sindicatos, a los jueces y fiscales, a los médicos y a los maestros y ¡cómo no a los “curas”!. Pisamos no solo un panorama triste, irresponsable que raya en lo insolidario e injusto, y además es totalmente falso.
¿Cuántos nos hemos preguntado alguna vez ¿que hemos hecho para evitar y superar la indiferencia, la sumisión, la ambigüedad o el “pasotismo” nacional que a muchos nos invade ante los graves problemas que nos acucian? ¿Cuantos queremos comprometernos en defender los principios y valores de nuestra civilización cristiana, y espiritualizar algo este materialismo atroz que nos amordaza? ¿Cuántos estamos dispuestos a dar algo de nosotros mismos a los demás en vez de solo pedir y recibir? De cumplir tan pocos deberes en lugar de exigir tantos derechos. No obstante, muchos pensamos que son bastantes más los que quitan las piedras de esos caminos, que los que las ponen; lo que pasa es que a los primeros no se les ve ni se les oye y a los demás sí, pues salen todos los días en las crónicas de sucesos y de “sociedad” en los medios.
Hay otros individuos que también se les ve; son los que andan por caminos tortuosos y fáciles que bajan y llanean, son los que usan la nocturnidad y la alevosía para delinquir; son los que acaparan las influencias de los fuertes o las recomendaciones de los poderosos para obtener ventajas sin esfuerzo; son los que organizan zancadillas a la Sociedad y a las Instituciones, poniendo grandes piedras “preferentes y garantizadas” a los pequeños ahorradores; son los pelotazos de nuestro tiempo mientras otros pasan estrecheces; son las apariciones de grandes patrimonios a base de comisiones del 3% o más, mientras otros no tienen nada. Son los cohechos y grandes negocios que se hacen desde las sombras de la información privilegiada a costa de los más débiles o ignorantes; son en fin los que disfrutan de numerosas nóminas a la vez, mientras hay dieciocho millones de mileuristas y casi cuatro millones de parados apuntados a las listas del INEM.
Es evidente y consolador pensar que nuestra sociedad dispone de otras fuerzas y alternativas. Fuentes consultadas coinciden en afirmar que por los anteriores caminos circulan también numerosas personas que quitan esos obstáculos. Son aquellas gentes que trabajan en silencio por los demás: Pertenecen a los poderes del Estado, sus Fuerzas de Seguridad, de Justicia, sus Fuerzas Armadas o infinidad de personas anónimas que forman organizaciones sociales o de la Iglesia, misioneros, voluntarios, cooperantes… con menos indiferencia y sumisión que el resto, con más espíritu de servicio y solidaridad con los demás que circulan por caminos paralelos que suben, y desde ellos, desde sus alturas observan, detectan y retiran mejor esos obstáculos mediante acciones, auxilios y sacrificios personales sin recibir nada o poco a cambio.
Es una muchedumbre de organizaciones, colectivos y personas, con nombres y apellidos, que de forma silenciosa pero eficaz, “plantan árboles, enmiendan errores y se esfuerzan apartando las piedras de los caminos”, son los grandes benefactores de esta sociedad aparentemente hedonista, material e insolidaria. En la gran novela “Los Hermanos Karamázov”, Dimitri “el hedonista”, le pregunta a su hermano Alekséi “el espiritual”: ¿Cuáles son los caminos buenos de la vida? Su respuesta fue: “los que suben”. Muchos pensamos que nuestra sociedad necesita, con urgencia, un “trasvase” de la inmensas personas buenas que circulan por esas grandes autopistas, que bajan y llanean cómodamente, a otros caminos, sino con el desnivel y dificultad de los de Alekséi, sí que tengan la suficiente fuerza y altura para ayudar a “quitar las numerosas piedras diarias de los caminos”-cada día más frecuentes- en las vidas de los demás.