Los cazadores hablan de la peligrosidad de un jabalí, sobre todo cuando está herido, porque ataca con toda su fuerza. Se lo cuentan unos cazadores a otros, porque muchos nunca lo han experimentado.
Putin es como un jabalí herido en estos momentos. Muy peligroso. Por eso esperábamos con la respiración contenida su intervención de ayer, la única tras la del 24 de febrero invadiendo Ucrania.
El mundo entero está más inquieto tras las últimas decisiones de Putin, que más bien parecen las menos temidas de entre todas las que se barajaban estos días. Y es que la invasión de Ucrania es ya una derrota para Putin, que minusvaloró la capacidad de Ucrania y su heroica resistencia, y ahora ha comprobado cómo en pocos días ha perdido miles de kilómetros cuadrados.
Ha movilizado a 300.000 reservistas, y sus palabras son inquietantes: “Occidente quiere destruir Rusia y Rusia está dispuesta a utilizar todos los medios de defensa a su alcance para protegerse”.
Ni me esperaba que Rusia invadiera Ucrania, ni el desarrollo de la invasión me ha resultado previsible, llegando a una situación actual en que Putin ha de retocar totalmente su plan integral y mandar 300.000 soldados más.
Mi convicción de que falla mucho la información que estamos recibiendo es cada vez mayor. Se comprueba, una vez más, que la verdad es la primera víctima en una guerra, y se puede añadir que en todo desarrollo de una guerra.
Esta medida ha provocado multitud de reacciones. Unos países avisando que no acogerán refugiados rusos, otros armándose más: los países bálticos y Polonia saben que su futuro depende de cómo se resuelva la invasión de Ucrania.
En Ucrania están los intereses de los países limítrofes con Rusia, y de toda Europa. La chispa puede extenderse, por la locura megalómana de Putin.
Falta por ver la reacción de los ciudadanos rusos. Ya están saliendo del país familias y reservistas que pueden ser llamados a filas. Los rusos que viven en España han recibido la noticia de la movilización con gran inquietud, pues tienen hermanos que están en esa lista, en definitiva que saben que supone una extensión y agravamiento de la guerra.
A la hora de movilizar, Rusia no movilizará a muchos que vivan en grandes ciudades, como es el caso de Moscú, sino de zonas alejadas, con poca influencia social y cultural. Todo reservista de Moscú movilizado es un altavoz, una caja de resonancia para que los periodistas extranjeros recojan reacciones y posibles insurrecciones. En una dictadura como Rusia se calla o se acalla, pero nadie sabe hasta cuándo.
En términos geopolíticos, China, que firmó con Rusia un tratado de respeto mutuo unos días antes del inicio de la invasión de Ucrania, se frota las manos con esta guerra en Europa. Europa se desangra y desgasta económicamente, y China sigue su crecimiento imparable. China utiliza a Rusia, sus deseos de volver a ser una potencia, algo parecido a un imperio de lo que fue: es el instrumento ideal para China.
Putin sigue con su locura. El final no sé si será por una derrota militar o porque internamente en Rusia le obliguen a firmar la paz. Lo que se repite, una y otra vez, de que hay que lograr una paz que no sea humillante para Rusia, una “salida airosa”, es cada vez más difícil, por la crueldad de Putin.
Rusia sabe el temor al botón nuclear. Claro que existe ese temor, porque un loco es capaz de todo. Sin embargo, en ese hipotético escenario, cualquiera ve que Rusia saldría perdiendo, que no sería ganadora de nada. Amenaza permanente, posible en un loco, pero hasta un loco puede entender que la devastación general no sería una victoria.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.