Un turolense al frente de los obispos

Ni me considero ni lo soy un especialista en información religiosa. Simplemente, pienso que la religión, y las noticias religiosas relevantes, forman parte de la cultura. Por eso, entre otras cosas, no comparto la postura del Gobierno actual relegando la asignatura de Religión, como si fuera algo ajeno a la cultura.

En definitiva, estoy de acuerdo con la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO, cuando afirma que “la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Ya se ve que la UNESCO discrepa bastante del enfoque y medidas del actual Gobierno de España.

La elección del turolense Juan José Omella como Presidente de la Conferencia Episcopal Española, no es un asunto de exclusivo interés para los especialistas en cuestiones religiosas, sino para cualquiera que no tenga una visión anti-religiosa o anti-cristiana, que late en las mentes de algunos gobernantes, haciendo un flaco servicio a la cultura.

Como turolense y como católico, ha despertado mi interés la trayectoria de Omella y su elección al frente de los obispos. Suena mucho Teruel en estos meses, más que nunca, por la plataforma Teruel Existe y su presentación como agrupación electoral en las pasadas elecciones generales, con la “sorpresa” de que barrió a los partidos políticos tradicionales. Y ahora un turolense, nacido en Cretas,  es elegido como Presidente de la Conferencia Episcopal Española.

Ya me llamó algo la atención que se le nombrara arzobispo de Barcelona, en 2015, habiendo sido obispo de Calahorra y La Calzada Logroño, obispo de Barbastro Monzón y obispo auxiliar de Zaragoza. Procedía de diócesis pequeñas, y se le puso al frente de Barcelona, en un momento de gran tensión, que ha ido en aumento. El Papa le consideró el hombre adecuado, y no fue óbice el hecho de no ser catalán.

Omella no es catalán. Nació en Cretas, municipio en donde se habla el “chapurriau” –que los catalanes dicen que es catalán-, muy cercano  a Tarragona. Mero apunte cultural.

Cuando el Papa le creó cardenal en 2017 llamó la atención en su círculo cercano las escasas felicitaciones que recibió. No le importó, porque siempre ha sido una persona que va a lo esencial, que le importan poco las formalidades y los protocolos, y sobre todo tiene una clara vocación de servicio, que es lo importante.

 Fue coadjutor y párroco en Calanda. También fue un año misionero en Zaire. Ambas experiencias le han sido de mucho provecho, y en general la Iglesia y los católicos desean eclesiásticos que hayan vivido “la calle” –pueblos, misiones-, para que su cercanía sea una realidad, no un deseo etéreo.

Vivir la realidad, de un modo sencillo y llano, es luego muy útil para no despegarse de ella cuando la jornada transcurre en el palacio episcopal, en reuniones y relaciones institucionales, que ahora serán más frecuentes en las relaciones con el Gobierno.

De modo especial, me ha alegrado escuchar de Omella que la Iglesia no quiere privilegios, sino dignidad y respeto. Le preocupan los posibles cambios legales y de trato a los colegios concertados religiosos o en los que se imparte la enseñanza católica.

Va a tener una tarea difícil por delante, en la que esperemos que su simpatía y capacidad de diálogo sirvan para que los católicos y la Iglesia en España sean respetados, no con privilegios ni siquiera en el caso del IBI, materia sobre la que abunda la demagogia y la desinformación, pues hay que analizar bien la realidad.

La gran confianza del Papa Francisco en Omella es evidente. Se afirma que tienen especial sintonía. Necesitará acreditar la fama que tenemos los turolenses de ser constantes, sobrios y, como aragoneses, amantes del Derecho.

En Wikipedia, en “Cretas” aparecen dos personalidades ilustres: el torero Nicanor Villalta, y Omella. El cardenal Omella necesitará seguir creciendo en el arte del toreo yendo a lo esencial.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.