No sé de teatro. Solo me considero un espectador más aunque, en estos momentos, desearía ser un influyente crítico.
Mi única vinculación activa con el arte escénico se remonta a cuando tenía quince y dieciséis años. Durante el entonces llamado bachillerato superior, intervine con algunos compañeros de colegio en la representación de dos sainetes de Pedro Muñoz Seca –El cuatrigémino y El contrabando-, ambos adaptados para personajes masculinos, dado que la enseñanza en ese centro era exclusivamente para chicos.
En la “temporada” siguiente, se establecieron lazos entre los colegios de Escolapios y La Consolación, se formó un grupo mixto e interpretamos El médico a palos de Molière, en el salón de actos del colegio de la avenida de Lidón. En versión “valenciana”, con El metge a garrotades, participamos en el concurso dels XIII de Villarreal.
Simultáneamente, el que subscribe formaba parte del grupo La Bolanchera, integrado en la Asociación Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud. Disponíamos de las instalaciones que la Sección Femenina tenía ubicadas en la avenida Hermanos Bou, para los ensayos. Estrenamos en el Teatro Cine Sindical, la obra musical “Ploff, el zapatero perezoso” y también, nos desplazamos con los decorados en la baca de un microbús, llegando hasta Pego en la provincia de Alicante, donde actuamos en la plaza del pueblo.
No guardo del todo buenos recuerdos de Ploff, debido a que canto fatal y a pesar de mi intento de hacer mutis por el foro, el director no me dejó, dado que cada personaje debía interpretar una canción durante el desarrollo de la obra. Antes de cada representación trataba de convencerle de que no cambiaría el sentido global si yo no cantaba, pero ni por esas.
Si he contado todo esto es porque estas vicisitudes dan una pequeña “ventaja” respecto a los espectadores que nunca han actuado en un escenario. Se trata única y exclusivamente porque se desarrolla una relativa empatía hacia todos aquellos que participan en el estreno de una obra teatral: autor, director y, sobre todo, los actores, que se encuentran “solos ante el peligro”.
Conozco la ilusión y la pasión que sienten en esos momentos, aquellos que quieren transmitir lo mejor de sí mismos, a todas las personas allí reunidas que han acudido a gozar de ese ambiente tan especial.
Toda esta historia tiene una finalidad: la de ensalzar la actuación en el estreno de la comedia VIUDEZ ANTICIPADA, de nuestro colaborador en la web, Antoni Ruiz Negre.
Como dije al comienzo, desearía ser capaz de hacer una crítica teatral lo suficientemente digna como para que hiciera justicia. Solo puedo expresar mis impresiones como espectador.
La sala se llenó a reventar. Ruiz Negre, tan prolífico autor, genial. Los directores de escena, a la perfección y, las actrices….
Ay! las actrices… actuaron con una maestría totalmente impropia de su juventud. AUCA21, cuatro actrices que iban más allá de su propio papel. Cada una desarrollaba una personalidad singular, mérito propio y mérito del autor de los diálogos. Una simbiosis perfecta.
Te olvidabas de que se trataba de una obra de teatro porque te situabas dentro del escenario y la fluidez del dialogo impregnaba de realismo y de emoción a la escena. Parecía una relación espontánea entre los personajes y no fruto de cualquier planificación.
No he podido evitar entrar en la reflexión de dónde están las causas por las que este tipo de manifestaciones artísticas con semejante gusto, no lleguen al gran público. Tenemos un gran plantel de autores teatrales y de actores que, dadas las circunstancias de nuestra sociedad, no tenemos ocasión de admirar pero eso, es otra historia.
Gracias a Nieves Rue, Arantxa Puerta, Sara Herrero y Virginia Latorre por vuestra soberbia actuación y gracias Antonio por tu obra.