Estos rojos, agentes conscientes y objetivos del mundialismo capitalista y esclavizador, son muy hábiles en la utilización de la propaganda y de las técnicas de desinformación, que no son más que instrumentos sofisticados de la mentira, cuyo padre es Satanás. Insisto, Satanás, que es un ente espiritual, personal y operativo, cuya finalidad es corromper al hombre y dificultar la obra de Dios, contra la que no va a triunfar, como queda claramente establecido en Mt, 16:18, lo cual no va a impedir que arrastre a una parte de la humanidad al Infierno.
Se me puede responder que esto es teología, la cual debe quedar excluida de cualquier análisis político, histórico o sociológico. Eso, en mi modesta opinión, no es así, puesto que los católicos, en virtud de la Gran Comisión (Mt. 28:19-20), estamos obligados a propagar el mensaje del Maestro. Lo cual supone proclamar el Evangelio e intentar acomodar nuestras conductas al mismo. Ello nos obliga a hablar sin vergüenza ni timidez, porque, con esa actitud, no hacemos más que defender la Verdad, el Bien y la Belleza, todo lo contrario que el comunismo y su compañera de viaje, la progresía. Y, sin embargo, ellos se manifiestan con ufanía y orgullo, habiendo logrado apoderarse del monopolio, a los ojos de las gentes, de la superioridad moral, que ostentan con soberbia, que es el pecado que estuvo detrás de la rebelión de Lucifer.
Hasta que no rompamos esta tendencia, estamos en inferioridad de condiciones, porque la moral es fundamental para lograr la victoria, la cual está garantizada, si luchamos de acuerdo con la doctrina, también la militar. Y todo lo demás nos será dado por añadidura. Si bien, no debemos olvidar que Dios hará lo que sus criaturas no puedan hacer, porque el Padre jamás encubrirá la pereza y la desidia. A Dios rogando y con el mazo dando, dice el refrán.
Y volviendo al principio, veamos una de esas técnicas de propaganda y desinformación, la cual consiste en intentar centrar la atención de las personas en los aspectos negativos, manipulados y alterados, si hace falta, de la actividad de un grupo o de una ideología concreta, a la vez que ocultan esos mismos aspectos negativos, cuando son referidos a grupos o ideologías útiles a los manipuladores. De este modo, sacan a la luz lo que les interesa y ocultan lo que les conviene
Como ejemplo ilustrativo de lo dicho, vemos cómo, constantemente, se está utilizando lo que ellos llaman memoria histórica, para acusar al franquismo de encerrar a la gente sin orden judicial. Esto, posiblemente, esté mal, no digo que no. Pero peor es confinar a una nación entera en sus casas, no ya sin orden judicial, sino mediante una resolución ilegal según dejó claramente establecido el Tribunal Constitucional.
Lo malo es que siempre hay un borrego esclavista dispuesto a reivindicar la tiranía y a defender la dictadura urnocrática, arguyendo, como prueba de la justicia de la decisión, que, al fin y al cabo, ésta fue revocada por un tribunal democrático, lo cual es lo mismo que tener tos y rascarse… la planta de los pies, porque esa decisión del TC sólo hubiese sido eficaz si el autor del macro secuestro estuviese en la cárcel, y ya se ocupa el tirano, con sus leyes, de que eso no ocurra.
Pero insisto en su habilidad a la hora de utilizar estos instrumentos de manipulación de masas, cada vez más sofisticados gracias al avance de las neurociencias, como demuestra el hecho de conseguir que los presos que lograban fugarse, aunque fuese temporalmente, fueran denunciados, desde celdas y balcones, por otros presos más interesados en ser gratos a sus carceleros que en volver a la libertad. O que, sistemática y puntualmente, cada día se aplaudiese a la tiranía sanitaria pública, teledirigida por la OMS y las farmacéuticas. Todo eso es como mandar ejércitos de esclavos a sofocar la rebelión de Espartaco.
Y no hemos hecho más que iniciar un camino, cuesta abajo y sin frenos, hacia la tiranía y la indignidad.
Finalmente, quisiera dejar bien clara una cosa: a pesar de mi defensa de la obligación del católico de ser coherente, yo no constituyo ningún ejemplo de vida. Quien esté libre de pecado, que lance la primera piedra.