Ex-sargento que acudió a un juez de Oregón en 2016 para que lo declarara de "de sexo no binario", y la respuesta fue positiva, con lo que se convirtió en el primer estadounidense legalmente reconocido así.
Alcanzada la serenidad necesaria para tratar temas tan delicados, como el de las terapias del prelado de Alcalá de Henares, y tras las declaraciones de apoyo a Reig Plá de la Conferencia Episcopal, tachando de “ejercicio de manipulación de la verdad y desinformación intencionada“, las noticias de esta semana sobre los cursos, vale la pena conocer el caso de Jamie Shupe, que leí hace unos días en ACEPRENSA.
Argüello insistió en defender la libertad de conciencia de los individuos para buscar “ayuda y acompañamiento “ en personas e instituciones que les merezcan confianza “si creen que tienen un cuerpo de varón o mujer y una orientación que, en principio, no les parece de acuerdo a ese cuerpo y lo viven con preocupación y malestar”. El caso anteriormente citado, ayuda a comprender mejor la necesidad de algunas personas a pedir este acompañamiento.
Shupe, hace seis años decidió vivir como mujer, y tres años después cambió para declararse “no binario” –ni hombre ni mujer–, no llegó a someter su cuerpo a ninguna modificación quirúrgica.
Shupe, ya reconciliado con su sexo biológico, ha contado recientemente su historia, que recoge The Daily Signal, y que comenzó cuando en 2013, en una etapa de inestabilidad mental, se convenció de que era mujer y de que necesitaba suministrarse fármacos hormonales de transición.
Shupe padecía un síndrome de estrés postraumático como consecuencia de su estancia de 18 años en el ejército, y la enfermera, por desconocimiento le recetó 2 mg de estrógeno oral y 200 mg de espironolactona. “Habría debido frenarme –dice–, pero el descontrolado activismo transexual había provocado que la enfermera tuviera demasiado miedo para decirme que no”.
Según Shupe, él mismo aprendió cómo hacer una transición de género a partir de la información que circula online. Empezó a tomar hormonas femeninas y se sometió a terapia en una clínica de Pittsburgh. Tan decidido estaba, que cuando una especialista trató de disuadirle por no ver causa para cambiar de sexo, presentó una queja formal contra ella.
La pornografía también jugó su papel en la deriva sexual de Shupe. Años y años de consumo de materiales de este tipo lo convencieron de que el ideal de mujer era el que aparecía en esos filmes, y pretendió que su esposa asumiera ese patrón, a lo que esta se negó. Fue entonces él quien intentó reproducirlo en sí mismo, con su “transición”.
Pero las inyecciones y los tratamientos hormonales no lograban hacerle parecer mujer, cosa que era patente para sí mismo y las personas con que trataba. Entonces, tres años después de comenzar su transformación, varió el objetivo: ya no sería del sexo femenino, sino persona “no binaria”: ni hombre ni mujer. Lo consultó con los médicos, y estos, que le habían hecho tomar hasta 20 píldoras de hormonas diarias, lo consideraron apropiado.
Abandonada la aspiración de ser mujer, el exsargento acudió a un juez de Oregón en 2016 para que lo declarara de sexo no binario, y la respuesta fue positiva, con lo que se convirtió en el primer estadounidense legalmente reconocido así. El hecho atrajo la atención del entorno LGTB y de la prensa. La televisión local, el New York Times y otros medios, también del extranjero, se hicieron eco. Hoy, 11 estados norteamericanos admiten la opción de “no binario” en la identificación.
“De la noche a la mañana, pasé de ser un mimado de la prensa progresista a un paria conservador”.Con la fama llegaron también los ofrecimientos. Una organización LGTBI se dispuso a ayudarle a cambiar su certificado de nacimiento, y lo obtuvo en unos meses. En el documento, el primero en que aparecía un tercer apartado dedicado a informar sobre el sexo de la persona, se marcó la opción “desconocido”.
Dado este precedente, la organización Lambda Legal se dirigió a un tribunal federal de Colorado, para exigir que el juez solicitara a su vez al Departamento de Estado la emisión de un pasaporte con una tercera opción referida al sexo, a fin de complacer una petición de otra persona.
Cuenta Shupe que el interés de las organizaciones LGTB por él comenzó en los días de su “transición” al sexo femenino, cuando el Transgender Legal Defense & Education Fund, de Nueva York, logró que una juez de Pensilvania accediera a cambiarle legalmente de nombre. La magistrada incluso le permitió evadir una abultada deuda contraída bajo su identidad original, y así hacer borrón y cuenta nueva al comenzar su vida como mujer.
El buen clima en la relación del exmilitar con las organizaciones LGTB se enturbió, sin embargo, cuando en 2017 aquel criticó públicamente la esterilización de niños con “disforia de género” y de militares transexuales.
“De la noche a la mañana, pasé de ser un mimado de la prensa progresista a un paria conservador”.Shupe dice ahora: “Mi cambio de sexo a no binario fue un fraude médico y científico”. Cuando finalmente, en enero de este año, Shupe decidió que se le volviera a identificar según su sexo biológico, lo hizo consciente de que no hay un “tercer sexo” y de que había estado alimentando un engaño. Entretanto, lamenta, 11 estados tuvieron que dedicar fondos públicos a emitir licencias de conducir con un tercer marcador para el sexo.
“Yo no soy una víctima en esto –concluye–. Mi esposa, mi hija y los contribuyentes norteamericanos sí lo son. Ellos son las verdaderas víctimas”.
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Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora