Si en mi artículo anterior expresé mi opinión sobre el futuro de Ciudadanos, ahora le toca el turno a Podemos, un partido convulso, radical y populista.
La “guerra abierta” que se ha producido estos días entre Pablo Iglesias e Inigo Errejón, secretario general y secretario político respectivamente, en Twitter es una fotografía bastante fiel de las turbulencias, división y perplejidades que acompañan a Podemos desde su existencia.
No es sólo cuestión de estrategia o marketing político lo que divide a los dos líderes principales de Podemos. Iglesias se reafirma en su tono agresivo, de “dar miedo”, invocando que el estilo suave y amable de Errejón le ha costado un millón de votos en las pasadas elecciones generales del 26-J, pese a que contaban con un crecimiento, al aliarse con Izquierda Unida.
Es fácil recordar la alusión de Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados, el 2 de marzo, al pasado manchado de Felipe González por la cal viva. La cara de Errejón era un anticipo de la guerra que ahora mantienen, a nivel nacional y autonómico, porque no sólo es cuestión de ropaje, sino de fondo.
Iglesias insiste en que Podemos va a seguir dando miedo a los corruptos y a los poderosos. Una frase demagógica, si no se analizan algunas cuestiones tan básicas como el tipo de votante de Podemos, que en su mayoría ha surgido del descontento y sufrimiento de una crisis económica muy dura, y que en principio desea una “ruptura”, pero con sensatez, cabeza y realismo.
Muchos jóvenes han votado hasta ahora a Podemos, pero veremos qué sucede en las elecciones autonómicas de Galicia y País Vasco el próximo domingo. Los jóvenes quieren oportunidades laborales, erradicar la política de la burocracia, las prebendas, los gastos desproporcionados y, por supuesto, la corrupción.
¿A quién da miedo Podemos? Evidentemente, a los que están cerca de la jubilación o ya están jubilados. Son personas que se han ganado el derecho a una pensión acorde con las expectativas de décadas y con el esfuerzo que han dedicado. Decirles desde Podemos que habría que estudiar las pensiones que se perciben, para optar por la más ventajosa, genera una lógica inquietud, pues ser huérfano o viudo no es incompatible con cobrar la jubilación. Decirles que se subirán los impuestos para poder llevar a cabo unos gastos sociales –la renta básica universal- que marean por su cuantificación, asusta a muchos, sobre todo de la clase media.
Pablo Iglesias insiste en que, con su programa, se obtendrían miles de millones por la más eficaz lucha contra el fraude de impuestos y subir los impuestos a los que más ingresos tienen. La gradualidad fiscal ya existe, aunque es mejorable, pero los planteamientos de Iglesias dan miedo a las clases medias, por su populismo y por su comunismo –aunque encubran el nombre-, y el cercano caso de Grecia, con las promesas de su homólogo Tsipras y la realidad de su gobierno ya no escapa a casi nadie.
Podemos da miedo a quienes defienden la libertad de las familias a elegir el centro educativo que mejor se adapte a sus preferencias, sin por ello ser etiquetados de “elitistas”. Podemos da miedo a quienes defienden que debe haber menos peso del Estado y más protagonismo social y empresarial. Podemos da miedo a los que defendemos la libertad de expresión y medios de comunicación libres: Iglesias se ha aprovechado de los platós, pero ya ha dado muestras de que el periodismo crítico con su ideología no tiene cabida si él gobierna.
El futuro de Podemos depende de él, de su democracia interna real, de sus propuestas realistas, y también de lo que suceda en el PSOE. Si en el PSOE aciertan con el relevo de Pedro Sánchez logrando una unidad entre sus líderes, si acaban con la sensación y realidad de que ahora es como el ejército de Pancho Villa –cada uno por su cuenta-, con un discurso coherente que no flirtee con los independentismos, que tenga más visión de Estado, no peligra su posición de segundo partido político estatal, pero de lo contrario puede favorecer el crecimiento de Podemos, fruto del hastío y el mareo.
Juan-Carlos Monedero apoya a Iglesias. Pablo Echenique, el secretario de organización –un argentino afincado en Aragón-, es muy inteligente: sigue a Iglesias, pero puede adaptarse a lo que suceda en el partido.
Pablo Iglesias da miedo, Podemos asusta actualmente a la mayoría de los españoles. Votar a alguien es fruto de la adhesión a un proyecto ilusionante, de cambio justo y realista, y Podemos no lo tiene.
El futuro de Podemos, tal como lo veo en estos momentos, es ocupar el espacio de Izquierda Unida, pero sin superar al PSOE, aunque el PSOE sigue errático y desnortado por el orgullo y la ambición de Pedro Sánchez, por lo que todo puede pasar. El PSOE no es el PASOK griego, ni España es Grecia.
El futuro de Podemos pasa por la fuerza de muchos votantes que rechazan el “ego” de Pablo Iglesias, por su protagonismo desmedido y mal calculado. La cabeza de Iglesias es complicada, y yo creo que o cambia o “su criatura” le obligará a cambiar, incluso a perder el liderazgo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.