No hay duda sobre los protagonistas -me resisto, por razones obvias, a llamarles personajes– de estos días, por desgracia a nivel internacional: Pedro Sánchez y Nicolás Maduro.
Las redes sociales están muy activas, con datos, ocurrencias, sugerencias, temores, de todo hay. Nacho Cano ha afirmado que todo lo suyo, tras ser imputado, “es un montaje de la banda de Sánchez y Maduro”, para tapar y desviar la atención española de modo que la declaración como testigo en Moncloa pasara más inadvertida.
Por otro lado, Arturo Pérez-Reverte ha escrito que valdría la pena que alguien investigara a fondo las relaciones de Zapatero con Maduro y su régimen: sugiere que sea otro, porque´ahora él se dedica a escribir novelas.
Lo que ahora estoy escribiendo puede quedarse desfasado en cuestión de minutos. Las noticias sobre Venezuela son un hervidero: detenciones, manifestaciones, muertes en las calles, más rupturas de relaciones diplomáticas con Venezuela, orden de detención contra María Corina Machado, qué hace Brasil impulsado por Biden, qué dice la Organización de Estados Americanos (OEA) y qué hace ante el fraude electoral.
Maduro se autoproclamó vencedor de las elecciones con un imposible 51%, y al ir verificando las actas la oposición confirma que hay un monumental fraude electoral, y que la oposición ha ganado con un 80% de los votos. Si a eso se sumaran los millones de venezolanos en el exilio que no se les ha permitido votar, nos arroja un panorama clarificador, contundente, inquietante.
Si Sánchez y Maduro son una banda, como afirma Nacho Cano, hay que ver sus puntos en común. Desde luego, los dos son corruptos, un denominador común indudable, aunque tiene caracteres distintos: uno miente e incumple sus promesas continuamente (Sánchez) y el otro tiene al país empobrecido y ahora con un resultado electoral fraudulento y usando reiteradamente la violencia física y psíquica (Maduro).
Pedro Sánchez es para los españoles un tormento psíquico continuo, por su ego y apego al poder: Page va a recurrir la amnistía, los inspectores de Hacienda claman contra la cesión a Cataluña del 100% de los impuestos, España clama contra el acuerdo PSC-ERC y hasta Junts está en contara en todos sus puntos.
En la corrupción y con cierta ironía, alguien ha escrito en X que el hecho de que un rector de Universidad pida una cátedra para una que ni siquiera es licenciada (Begoña Gómez) es algo muy habitual, no hay que rasgarse las vestiduras de que lo hiciera el rector de la Universidad Complutense.
En su huida hacia adelante, Sánchez ha ordenado que la Abogacía del Estado se querelle contra el juez Peinado por prevaricación. ¡Osó citarle como testigo! Sánchez quiere asustar a todos los jueces –a los medios de comunicación también, hace más tiempo– sin que nadie le tosa.
¿Era testigo por ser marido de la imputada Begoña o por ser presidente del Gobierno? Sigo confiando en nuestros jueces: su maniobra intimidatoria le va a costar cara a Pedro Sánchez, porque la mayoría cerrará filas para salvaguardar con fortaleza nuestro Derecho, ¡precisamente para no acabar como Venezuela!
Maduro y Sánchez tienen un cordón umbilical en Zapatero. Es vergonzoso. No hay que olvidar que Sánchez ha recurrido varias veces a Zapatero para impulsar sus campañas electorales y apoya a Maduro. Habría que conocer qué beneficios obtiene Zapatero de esa relación con Maduro, también económicos si los hay, en él o/y sus hijas.
El pueblo venezolano lleva décadas sufriendo, merece la libertad y los derechos humanos ya. Acabar con la dictadura de Maduro es una urgencia venezolana y mundial.
Sánchez también es un dictador, intentando adueñarse totalmente de la sociedad civil y de las instituciones, para perpetuarse en el poder lo máximo posible, como Maduro. Sánchez no tenía que haberse querellado contra el juez y Maduro no tenía que haber asustado con un baño de sangre en función de los resultados electorales: están dando más fuerzas a quienes desean que dejen el poder.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.