¿La Europa de los estados o la Europa de los pueblos?

Los recientes acontecimientos de Cataluña, con intenciones marcadamente secesionistas o separatistas, han disparado la alarma en muchos centros del poder político europeo. No tiene nada de extraño que muchos líderes se hayan apresurado en declarar que una Cataluña independiente no tendría acogida ni sitio en la Unión Europea.

Recuerdo que Jordi Pujol en múltiples ocasiones ha declarado ser partidario de la Europa de los Pueblos más que de la Europa de los Estados. Para este personaje, que mantenía relaciones asiduas con los nacionalistas escoceses, el pueblo catalán es la verdadera nación originaria y el Estado es una mera creación artificial y meramente administrativa, convertido en injustificado dictador de los pueblos genuinos. Su gran equivocación, y la de todos los nacionalistas, radica -ya lo hemos dicho muchas veces- en confundir la nación con la lengua.

Una hipotética independencia de Cataluña alentaría el radicalismo de muchos movimientos nacionalistas españoles y europeos que intentarían seguir sus pasos.

Por ejemplo, en Galicia, la organización juvenil del BNG en su ideología aspira a la liberación nacional de Galicia mediante la autodeterminación. El llamado Ejército Nacional de Galicia, en esta misma línea ideológica, pero a través de la violencia y del terrorismo, persigue los mismos ilusorios fines y trata de romper “con la dependencia colonial de España” (sic)

En el mes de agosto del año 2007, -no hace tanto tiempo- el ínclito líder separatista Cubillo redactó una constitución republicana con la formación de una llamada Asamblea Nacional Constituyente Provisional de la nación canaría. En esta constitución se aceptaba el español como mal menor, de momento, y propugnaba la paulatina enseñanza del bereber o del tamazigu.

Sin ir más lejos, Sánchez Gordillo trata de compaginar su separatismo andaluz con el marxismo leninismo. A mi no me ha extrañado la presencia del Sindicato de Gordillo en unas jornadas organizadas por LAB, el sindicato nacionalista separatista vasco. El nacionalismo andaluz, considera que España es una enemiga del pueblo andaluz con unas raíces árabes propias destruidas por los castellanos. El mismo Gordillo, a dos de sus hijos les ha puesto nombres árabes (Misraim y Saib) y la niña se llama Libertad, muy en consonancia con su propia ideología.

La misma línea del exclusivismo y del particularismo, igual fenómeno, aunque con otros matices, encontramos en Asturias y en Aragón.

En otro plano muy distinto, León trata de separarse de Castilla León; Segovia en el año 1981, a través de su Diputación Provincial trató de conseguir una autonomía uniprovincial. En mi querida tierra segorbina, después de la transición, en plan de broma, comenzó a hablarse del PACHULI (Pais Churro Libre), pero que es todo un síntoma reivindicativo y diferenciador.

En el Estado de Tejas, grupos minoritarios alientan la ilusión de una independencia de Los Estados Unidos.

Los ingleses se anexionaron Escocia en el año 1704, mediante la conquista militar y hoy la separación del Reino Unido es un peligro latente. En Bélgica, solo la Monarquía y las Fuerzas Armadas, consiguen mantener la vigencia del actual estado, dado el peligroso enfrentamiento entre las comunidades francófonas y flamencas.

Francia es otro nido de nacionalismos radicales. En el país vecino pugnan los movimientos nacionalistas: el bretón, que bucea en sus orígenes celtas), el corso (con el llamado Corsica Nazione), el vasco y el catalán. Sin dejar de lado, las añoranzas alemanas de la Alsacia-Lorena.

En Italia laten las tentaciones separatistas de la Padania, en el Valle del Po, además de los nacionalismos sicilianos y sardos.

En el Reino Unido de la Gran Bretaña, un autor inglés comentaba recientemente que para defenderse de los nacionalistas irlandeses y escoceses lo preferible era declararse también nacionalista. Quizás en esta misma línea puedan tener explicación los llamados nacionalismos galeses e ingleses.

Sin duda alguna la declaración de la independencia de Cataluña, por lo que hemos visto brevemente y a título de inventario, se convertiría en un efecto dominó de incalculables consecuencias para toda Europa. No sólo en España. Esperemos que se imponga el buen seny de los catalanes.

  • Germán Reguillo Simón es Doctor en Derecho