Es muy doloroso escuchar, casi todos los días, un nuevo caso, sobre lo que se ha generalizado en llamar “violencia de género”, y casos aislados, pero cada vez más frecuentes sobre menores de edad y pornografía en móviles. Esto me ha llevado a releer el libro, de Wendy Shalit “Retorno al pudor” sobre el que se han realizado declaraciones como las siguientes:
George F. Will, Newsweek
“Retorno al pudor es una llamada a las mujeres para que ejerciten su poderosa capacidad de transformar la sociedad”
Tamala M. Edwards, Time
“Su libro ha puesto el dedo en la llaga en una sociedad con una sobredosis de sexo (…) Shalit defiende (...) convincentemente el sentido de la vergüenza, la privacidad, la caballerosidad y la importancia de la reticencia sexual”
Ruth R. Wisse, The Wall Street Journal
“Shalit utiliza una impresionante cantidad de aportaciones del pensamiento, junto con citas tomadas de las revistas femeninas, para proponer una vuelta al pudor: como ideal sexual, pero también como una estrategia para conseguir un placer mayor (…) Un estudio serio y, sin embargo, muy entretenido”
Emily Eakin, The New York Times Book Review
“Retorno al pudor realiza una contribución impagable. Después de la sonora polémica que ha provocado, será difícil que se sigan ignorando las conclusiones de su número cada vez mayor de estudios sobre los jóvenes que se dirigen a la madurez”
Shari Roan, Los Angeles Times
“El libro de moda (…) defiende de manera convincente que la revolución sexual no ha sido completamente beneficiosa para las mujeres ni para los hombres (…) Trabajadores sociales, profesionales de la salud, y tantos otros que se quejan de la ausencia de “limites” en la vida de las chicas jóvenes, encontraran en este libro un mensaje lleno de esperanza”
No quiero añadir nada más sobre el libro, salvo copiar un párrafo de su final: “Aparentemente, el mensaje que nuestra cultura dirige a las chicas jóvenes es: “Estamos en una sociedad libre, cariño, disfruta.”. Pero es necesario añadir una minúscula nota a pie de página: ¡Más te vale “ligar” con frecuencia, porque si no…! ¡No se tolerará la timidez¡ ¡tampoco se toleraran los “complejos”! ¡La sensibilidad ante el abandono no está permitida! ¡No dejes de tomar Prozac! ¡Pierde tus curvas! ¡Deja de actuar como mujer! ¡Deja de ser mujer!
Pero me pregunto, ¿qué sucedería si las mujeres, en vez de contemplar sus ilusiones románticas como “complejos” que deben superar, en vez de avergonzarse de ser mujeres, se decidieran a enorgullecerse de sus dudas, de sus esperanzas y de su dignidad? ¿Qué sucedería si dejaran de escuchar a los que no paran de repetir que la feminidad es una carga, y comenzaran a verse a sí mismas como personas que tienen en sus manos el poder de transformar la sociedad?
Lo que sucedería es que, muy probablemente, la sociedad no tendría más remedio que cambiar. E invito a su lectura.
“El hombre es un auriga que conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber”.
El arte del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio”. PLATÓN.
Entrevistaron a Alfonso Aguiló Pastrana en 2003 sobre este arte – ¿Por qué crees que resulta tan importante ese “arte del auriga” al que se refería Platón?
“El amor es la realización más completa de las posibilidades del ser humano. Es lo más intimo y más grande, donde encuentra la plenitud de su ser, lo único que puede absorberle por entero. El placer que se deriva de su expresión en el amor conyugal es quizá el más intenso de los placeres corporales, y también quizá el que más absorbe. Por eso, el entusiasmo que produce un enamoramiento limpio y sincero saca al hombre o a la mujer de sí mismos para entregarse y vivir en y para el otro: es el entusiasmo mayor que tienen en su vida la mayoría de los seres humanos.”
Cuando el placer y el amor se unen a la entrega mutua, es posible entonces alcanzar un alto grado de felicidad y de placer. En cambio –como ha escrito Mikel Gotzon Santamaría en su libro “Saber Amar con el Cuerpo” –, cuando prima la búsqueda del simple placer físico, ese placer tiende a convertirse en algo momentáneo y fugitivo, que deja un poso de insatisfacción. Porque la satisfacción sexual es en realidad sólo una parte, y quizá la más pequeña, de la alegría de la entrega sexual con alma y cuerpo propia de la entrega total del amor conyugal.
El terreno sexual ofrece, más que otros, ocasiones de servirse de las personas como de un objeto, aunque sea inconscientemente. La dimensión sexual del amor hace que éste pueda inclinarse con cierta facilidad a la búsqueda del placer en sí mismo, a una utilización sexual que siempre rebaja a la persona, pues afecta a su más profunda intimidad.
Al ser el sexo expresión de nuestra capacidad de amar; toda referencia sexual llega hasta lo más hondo, al núcleo más íntimo, e implica a la totalidad de la persona. Y precisamente por poseer tan gran valor y dignidad, su corrupción es particularmente corrosiva. Podría decirse que cada uno hace de su amor lo que hace de su sexualidad.
¿Es entonces la sexualidad un asunto importante en la vida de una persona?
A esta cuestión respondía Alfonso Aguiló: “…Si una persona permite que su mente, sus hábitos y sus actitudes se impregnen de deseos sexuales no encaminados a un amor pleno, advertirá que poco a poco se va deteriorando su capacidad de querer de verdad. Está permitiendo que se pierda uno de los tesoros más preciados que todo hombre puede poseer…”
¿Y cómo se puede rectificar ese deterioro en el modo de ver el sexo?
Algunos hablan de “entrenarse” pero ¿no suena un poco artificial eso de “entrenarse”? ¿No basta con tener las ideas?
Para aprender a leer, a escribir, a bailar, a cantar o incluso a comer, hace falta seguir un cierto aprendizaje y cultivarse un poco. Cuando una persona no lo hace, le resulta difícil expresar lo que desea. Siente frustración de no poder comunicar lo que tiene dentro, de no poder realizar sus ilusiones. Y eso sucede tanto al expresarse verbalmente como al expresar el amor.
Quiero terminar volviendo a citar a George F. Will
“Retorno al pudor es una llamada a las mujeres para que ejerciten su poderosa capacidad de transformar la sociedad”
A ver si nos enteramo
Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora