Era previsible el tono del Mensaje de Navidad del Rey, el pasado 24 de diciembre, y también era previsible la reacción de los partidos independentistas catalanes mostrando su disconformidad, así como la satisfacción de los partidos constitucionalistas. Fue un buen discurso, positivo y realista.
El Rey hizo un llamamiento al respeto a la pluralidad y a recuperar la convivencia en Cataluña, como eje de su discurso. Un tono más suave que su discurso del 3-O. Ambos mensajes habrán sido muy preparados, calculada meticulosamente cada expresión, cada palabra, y desde luego no se puede pretender que en 11 minutos diga más cosas, pero sí que las podía haber dicho o de otro modo.
Por sus palabras, claramente atribuye el logro de la convivencia y la pluralidad a los partidos políticos en Cataluña. Pienso, como la mayoría, que eso es imposible si toda la sociedad no se siente interpelada para hacer ese esfuerzo. En concreto, muchos hubiéramos agradecido que el Rey aludiera al respeto y objetividad en la educación, la cultura y los medios de comunicación en esa comunidad autónoma, puesto que son el vivero donde se han incubado y se incuban los virus del enfrentamiento, la exclusión y hasta el odio. Hubieran bastado unas pocas palabras, pero que hubieran llegado a muchos de los 8 millones que escuchamos su mensaje.
Es en la sociedad, lo que se denomina sociedad civil, donde se ha de librar la batalla de la libertad, del pluralismo y de la convivencia. Es en el respeto a la libertad de elección de la lengua en que se imparte la enseñanza donde ha de estar garantizado que se pueda impartir en castellano o en catalán, y tan catalán es uno que prefiere la enseñanza en castellano como el que la desea en catalán: pero eso no es posible ahora en Cataluña. A través de la imposición de la lengua, se tergiversa la cultura y la historia, deformando y presentando a España como origen de todos los males, pisoteando la historia de Aragón, de la Comunidad Valenciana y de las Islas Baleares continuamente.
Y una llamada al pluralismo y la objetividad en los medios de comunicación catalanes, especialmente los públicos, y en particular TV3, baluarte del independentismo de modo descarado. Es un insulto para el periodismo y, también, para todos los ciudadanos.
El voto en Cataluña está muy mediatizado por ese clima, que incluye desprecios variopintos en comercios y servicios ciudadanos. Lo sabemos todos.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.