Benito Mussolini, antiguo socialista, fue el fundador del fascismo. La palabra fascismo proviene de las fasces, símbolo de la autoridad y de la excelencia de los magistrados romanos. Eran unas ramitas de abedul atadas por unas cintas de cuero de color escarlata que envolvían una segur y que portaban sobre los hombros los lictores que precedían a los magistrados en los actos oficiales.
Las fasces para Benito Mussolini representaban la reivindicación de la grandeza imperial de Roma.
La palabra, desviada de su sentido originario, tuvo éxito –y lo sigue teniendo- como símbolo de la violencia y de la opresión de la derecha sobre los movimientos obreros. Sin embargo, cualquier historiador medianamente informado sabe que la violencia y la opresión están mejor representados en el nacional socialismo de Hitler y en el comunismo de Stalín.
El interesante libro de Spampanato sobre Mussolini demuestra la aceptación que el fascismo tuvo entre los italianos e incluso entre algunos políticos de la época como el mismo Churchil, y en las influyentes colonias italianas de los Estados Unidos que se sentían muy orgullosas del renacimiento económico y social alcanzado por Italia.
Si el termómetro para merecer el título de fascista se mide por el grado de violencia irracional ejercido en las luchas callejeras, no cabe la menor duda que es la extrema izquierda la que se lleva el merecido premio de llamarse fascista o también comunista. Al lado de Hitler o de Stalin. Mussolini, valga la exageración, era un ángel de la guarda.