Paripé

El día 4 de mayo, se ofició el paripé de la denominada autodisolución de la banda asesina ETA. Y, efectivamente, se trata de una autodisolución, consecuencia, en parte, de una derrota policial, a pesar de los políticos, y, en parte, de una táctica marxista-leninista, conocida como el vals de Lenin, que se concreta en avanzar dos pasos y retroceder uno, de modo que 2-1=1.

La ETA, en mi modesta opinión, no ha sido vencida. Y esta afirmación es lo que voy a tratar de argumentar.

Los etarras, como buenos marxista-leninistas, es decir, estalinistas, se guían por el principio de la correlación de fuerzas, en virtud del cual, a ellos se les da un ardite los pactos y acuerdos que, en cada momento, hayan podido establecer, a los cuales sólo les serán fieles si les conviene o si, en función de su fuerza en cada momento, no tienen más remedio que plegarse a lo pactado. Pero, si las circunstancias les son favorables, no tendrán el menor inconveniente en olvidarse de la palabra dada.

En estos momentos, la ETA está policialmente debilitada en su actividad armada. Conclusión: la abandonan tácticamente. Ahora bien, tengamos muy claro que una táctica está siempre subordinada a una estrategia, en este caso, la independencia de las provincias vascongadas y la destrucción de la unidad nacional de nuestra Patria. Y, en ese objetivo, con la inestimable ayuda de una clase política traidora, han avanzado significativamente en todos los frentes, hasta el punto de controlar instituciones fundamentales en su joya de la corona, Navarra. Además de las que controlan en el resto del territorio vasco.

Por ello, en estos momentos, las armas les estorban, por eso no las utilizan, aparte de las dificultades que les plante la heroica actividad de la Policía y de la Guardia Civil, junto con la lucha incansable de las víctimas, tan heroica o más que la de las fuerzas de las fuerzas del orden del ámbito nacional.

Es decir, no han sido vencidos. Nos encontramos ante un repliegue táctico.

Otra cosa. No han pedido perdón. Se han limitado a expresar, de boquilla, algo que ellos llaman así, pero que no lo es, puesto que el arrepentimiento, cuando es real, se manifiesta con un verdadero dolor de corazón, que se concreta en la confesión, abierta y sin reservas, de las faltas cometidas, lo que, en este caso, llevaría al esclarecimiento de los centenares de asesinatos que todavía están por resolver. También debiera suponer la aceptación de las condenas y la asunción de las cargas económicas que, por responsabilidad civil, llevan aparejadas las sentencias del orden jurisdiccional penal. Así como el rechazo de los días de condena redimidos en virtud de unos estudios, cuya limpieza, a la hora de cursar y calificar, está más que en duda. A partir de ello, las víctimas, que son las únicas con capacidad para perdonar las atrocidades cometidas, se podrían plantear otorgar su perdón. Cosa que, sin duda alguna, harían, ya que, a lo largo de todos estos años, han demostrado una grandeza y una dignidad sin parangón.

Otro hecho que demuestra que todo esto es una pantomima es la equiparación de víctimas y verdugos, con la vergonzosa ayuda de los obispos del País Vasco, que se concretará, no lo dudemos, en el acercamiento de los presos a las prisiones de las Vascongadas, para que todos ellos, familiares y presos, pobrecitos míos, dejen de sufrir por la separación. ¡Hay que j...!, que diría un castizo. Y no sólo el acercamiento de presos, pues, a no tardar, comenzarán con la concesión de beneficios penitenciarios: permisos, terceros grados penitenciarios y libertades condicionales. Al tiempo.

Con toda probabilidad, a los lectores les habrá llamado la atención el uso, en este artículo, de terminología militar. Pues bien, está hecho con toda intención, pues yo sí creo que España está en guerra con la ETA y que está sucia banda de asesinos son enemigos de nuestra Patria. Y, en una guerra, el enemigo está verdaderamente vencido cuando ha sido irremediablemente desarmado y hecho prisionero, y no le queda la más mínima posibilidad de exigir nada. Si no es así, estaremos hablando de otra cosa, pero no podremos hablar de victoria.

  • Miguel José Alabort Jiménez es licenciado en Derecho y Graduado Social.