¿POLEXIT?

Cada uno de los 27 países de la Unión tuvo que incluir en su Constitución, cláusulas que aclararan la relación entre las normas nacionales y las disposiciones europeas. En la Constitución española tales disposiciones se encuentran recogidas en el capítulo tercero “De los tratados internacionales” y en particular en el artículo 95, no particularmente bien redactado, del que parece desprenderse que si hay contradicción entre nuestra Constitución y un Tratado Internacional al que deseamos adherirnos, deberemos revisar y acoplar nuestra Ley a la superior a la que vamos a incorporarnos.

No en todos los países de la Unión se entienden así las cosas y, en el fondo, a ninguno de los 27 le gusta reconocer que unos burócratas distantes, no elegidos democráticamente, les dicten cómo deben hacerse las cosas en su país en que los gobernantes si son el resultado de elección popular.

Un ejemplo de tal resistencia a ceder al mandato de Bruselas lo tenemos en que tras decidir la UE que se iban a repartir fondos de recuperación económica entre los Estados miembros y que ello se iba a hacer en una cuantía determinada para cada país, tal decisión no fue válida hasta que los parlamentos nacionales -principalmente los de los países que más iban a desembolsar en dicha operación- no votaron a su favor. Otro ejemplo muy grave fue la negativa del Bundestag alemán en 2020 a aceptar una norma fiscal procedente de Bruselas.

En aquellos casos la sangre no llegó al río. Pero ahora, cuando Polonia afirma sin ambages que la Constitución polaca está por encima de la (inexistente) europea, se ha armado la marimorena.

La crisis me ha encontrado en Varsovia donde no crean que la trifulca preocupa demasiado. De hecho, la vida sigue igual. Llama la atención que, como casi siempre, frente al Ministerio de Justicia se encuentra el habitual piquete de guardia manifestándose no por la diatriba con la UE sino por el escaso sueldo de los magistrados y los empleados judiciales para los que reclaman un aumento del 12%. Lo prosaico de la vida.

Es cierto que Polonia, como todos los países miembros de la Unión, decidió libremente entrar en el Club y aceptar sus reglas de juego. También es cierto que Bruselas debe actuar con más diplomacia a la hora de marcar unas normas que pueden no tener el suficiente nivel de consenso entre los miembros. Ello es cierto particularmente en el campo judicial y legislativo.

España puede confirmarlo con fundamento cuando ve que los países socios cuestionan las decisiones de nuestros tribunales, apoyan a los sediciosos y con ello respaldan la actitud de una región separatista como es Cataluña. También España está en entredicho cuando después de tres años de espera y pese a los requerimientos de Bruselas, el CGPJ sigue sin renovarse. Pero en el caso español no hablamos de sanciones ni mucho menos de Espaexit, como si está en cuestión en el caso polaco.

Bruselas cometería un grave error si no tuviera en cuenta las peculiaridades nacionales de los 27, en este caso concreto, de Polonia, un pueblo que no se dejó doblegar ni por el nazismo alemán ni por el comunismo ruso y que no desea perder cuota de soberanía en favor de Bruselas.

Varsovia sabe que la Unión no tiene cláusulas de expulsión a ninguno de sus miembros y que, después del Brexit es impensable la pérdida de nuevos socios -que podrían ser Polonia, Hungría y quizá alguno más- que pese a que forman parte de la ampliación más contestada de la UE a la que se atribuyen injustamente parte de los males y de la crisis que el Club está sufriendo, el daño que nuevas defecciones causaría podría ser inasumible.

Bruselas está amenazando con cortar el grifo de los fondos de recuperación e incluso de los estructurales y del fondo de cohesión lo que dañaría enormemente a la próspera economía polaca. Por el momento Kaczynski y el PiS (partido ley y Justicia) resiste consciente de que el pulso con Bruselas le refuerza ante la opinión pública.

Puesto que el Polexit es altamente impopular entre una población favorable a Europa en un 90%, habrá que ir a un acercamiento de posiciones que quizá se produzca en la próxima cumbre comunitaria de Liubljana. Así sea.

  • Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho. 
    Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993. 
    Primer Embajador de España en Macedonia en 1995. 
    Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.