1.- Se celebraba el tradicional desfile militar en el madrileño Paseo de la Castellana, con motivo de la Fiesta de la Hispanidad. Varios países amigos de España, con sus respectivas banderas, nos acompañaban en la familiar fiesta de los pueblos hispanos. Al pasar la bandera de los Estados Unidos, un joven político, líder de la oposición, transgredió las más elementales normas de la cortesía y de la educación, permaneciendo sentado. Era un primer mensaje a su más fiel aliado, la progresía. Nada importaba que por aquella bandera hubieran muerto en todas las partes del mundo miles y miles de jóvenes soldados norteamericanos en defensa de la libertad. Ni siquiera prevaleció el criterio de que aquellos soldados que desfilaban ante la tribuna, sencillamente eran nuestros invitados, los invitados del pueblo español. Años después, otro joven candidato a la presidencia de los Estados Unidos, en su gira electoral europea, elude visitar España. La opinión pública de aquella gran nación no vería con agrado la visita a quien menospreció en su día tan gloriosa enseña.
2.- Zapatero jura el cargo ante el Rey en el Palacio de la Zarzuela. Antes de que se constituya el Consejo de Ministros, ordena la retirada de nuestras tropas desplegadas en Irak, dejando en ridículo a nuestros soldados y poniendo de manifiesto la poca consistencia de España en el cumplimiento de los compromisos internacionales. Otro mensaje a la progresía. Por supuesto, se podrían haber retirado las tropas, pero dejando a salvo nuestra solvencia internacional. Con unas garantías mínimas para nuestros aliados.
3.- “La nación es un concepto discutido y discutible”. Según Zapatero, discutido y discutible en cuanto a España se refiere. No tanto para las supuestas naciones vascas, andaluzas, catalanas o gallegas. Un paso más: el atrevido Estatuto de Cataluña, producto de una noche de insomnio entre Zapatero y Artur Más. Un Estatut que muy pocos catalanes demandaban, excepto el delirio separatista. Y ahora tocamos las consecuencias, con la sospechosa tardanza de un Tribunal Constitucional que, al parecer, no se atreve a dictaminar su inconstitucionalidad y cuya perversión jurídica está erosionando lamentablemente tan alta magistratura.
4.- La Constitución de 1978 resolvió razonablemente las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Porque la Iglesia Católica, por antonomasia, es un símbolo de la paz y de la concordia. No existe más problema que el obcecado deseo de un grupo de rancios anticlericales que les entra calentura solamente con ver de lejos un cura o una monja. Todos los estados de nuestro entorno cultural han resuelto satisfactoriamente esta relación. En los Estados Unidos, en la republicana Francia, en Alemania, en Bélgica, en Holanda. Y no digamos en la democracia británica cuya jerarquía anglicana incluso tiene asiento, con voz y voto, en la Cámara de los Lores. Cualquier gobernante experimentado y con sentido común, sabe muy bien que un buen cristiano, por lo general siempre es un buen ciudadano. Y, posiblemente hasta lo sabe muy bien, el propio Zapatero. Pero este buen ciudadano no es el buen ciudadano que le conviene a Zapatero.. Y cuando lleguen las próximas elecciones, tiempo al tiempo, don José Blanco, aventará los fantasmas del peligro clerical. Lo hará, no me cabe la menor duda, porque Zapatero necesita como adversaria esa España, troglodita, rancia, inquisidora, fanática e intolerante que solo existe en su imaginación. Es su mejor arma para movilizar los votos de minorías radicales que ante el peligro exterminador de una derecha ultramontana, desertarán de su voto tradicional, para entregárselo al progresista Zapatero. En las pasadas elecciones esta operación dio buen resultado. Que se lo pregunten a los centros demoscópicos.
5.- Los matrimonios entre parejas homosexuales, la educación para la ciudadanía, etc, podrían completar nuestro artículo. Pero bastará con pensar que todavía hace un mes estábamos con una economía sólida, la mejor preparada para navegar entre la tormenta económica y con el mejor y más optimista capitán, y ahora, de pronto, ya no tenemos superavit y estamos entre los países con más dificultades para superar esta crisis. ¿Qué ha pasado?.
6.- Hace unos dos mil años, un buen abogado –Cicerón-, de quien se dice que era el último republicano de la Roma antigua, en un encendido debate en el Senado le formuló a otro político, de quien se sospechaba que estaba conjurado para acabar con las libertades republicanas, la terrible pregunta que da el título a este artículo: “¿Hasta cuando, Catilina, abusará de nuestra paciencia?”. Espero que la madurez política del pueblo español, ante tanto desastre, en las próximas elecciones, también se preguntará como Cicerón: ¿Hasta cuando…?
N de la R.- El presente artículo, que fue remitido por su autor a nuestra redacción el 29 del p.pdo septiembre, no llegó a publicarse en su momento por motivos ajenos a nuestra voluntad. Determinados aspectos del mismo que se daban entonces como hipotéticos, hoy son ya realidad. Con todo, y en mérito a la frescura de las ideas que se aportan el este artículo de opinión y la erudición de que viene haciendo gala nuestro socio y buen amigo Germán, tras disculparnos por el retraso, lo incluimos en la web de nuestro club.