Están surgiendo asociaciones en favor de la reconciliación y de la verdad histórica, propiciadas por gente enemiga del comunismo y de la progresía ancilar. Craso error, porque verdad histórica y reconciliación constituyen una contradictio in terminis, puesto que nos encontramos ante un enemigo que a lo único que aspira es a nuestra destrucción, la de quienes no tragamos con el comunismo, en cualquiera de sus manifestaciones, ni con la progresía, porno chacha de ese mismo comunismo. De modo que su interés por la reconciliación es nulo. Nos quieren muertos o esclavos.
Para el comunismo, a partir de su derrota del 1 de abril de 1939, la reconciliación nacional sólo ha sido una táctica, subordinada a la correlación de fuerzas del PCE frente al Régimen salvador de España.
Voy a tratar de explicarme. Tras la derrota del 39, el Partido comenzó a preparar, casi sin solución de continuidad, lo que ellos llamaban la lucha armada, pero que no era otra cosa que terrorismo. Por razones obvias, al principio, se limitan a agrupar y a encuadrar a los huidos. Hasta que, en 1944, lanzan una ofensiva por el Valle de Arán, derrotada en muy poco tiempo, a pesar de lo cual, inician una táctica de penetración, utilizando a personal instruido en Rusia y en las escuelas terroristas del sur de Francia. Éstos son los encargados de intentar formar un “ejército guerrillero”, con la mirada puesta en la derrota, jajajajajajaja, de los vencedores. Gracias a la Guardia Civil, los comunistas son nuevamente derrotados, alrededor de 1949. A partir de este momento, Pepe Stalin ordena el fin de la actividad terrorista, que debe ser sustituida por intentos de infiltración en las instituciones del Régimen. En la jerga roja, esto se llama entrismo, y tiene una clara raigambre trotskista.
Esto, en el fondo, es un reconocimiento de su debilidad frente al Gobierno del Generalísimo y, como de la necesidad han de hacer virtud, lo adornan con la filigrana de la política de reconciliación nacional, a la que se aferró el Duque de Paracuellos, Santiago Carrillo, gestando el aborto del eurocomunismo.
No obstante, es justo reconocer que esta táctica les dio un resultado más que aceptable, entre otras cosas porque el Régimen se estafa trufando de traidores y abandonistas, que les facilitaron la labor. Sirva como ejemplo, la infiltración de los sindicalistas comunistas en el Sindicato Vertical (la UGT, estaba de vacaciones, disfrutando de lo robado del oro de Moscú y del yate “Vita”).
Insisto, no se trataba más que de una táctica, de una añagaza, de la que se olvidarían en cuanto viesen que gozaban de fuerza suficiente para empezar a planificar su venganza por la triple derrota sufrida en España.
Esa inversión en la correlación de fuerzas ya es un hecho, de modo que en estos momentos es totalmente favorable a los comunistas, quienes consideran llegado su momento. Esto se demuestra sobradamente con las leyes de memoria democrática, absolutamente alejadas de cualquier espíritu de reconciliación y verdad, que a ellos la verdad y la reconciliación se les da un ardite. Es más, les estorba, porque, para ellos, la verdad es como la luz del sol para el Conde Drácula. Además, necesitan de la mentira para ocultar sus planes, que no son otros que la destrucción inmisericorde del enemigo, nosotros. Y ya han empezado, aunque, de momento, se limitan a establecer los instrumentos para proceder a darnos muerte civil. La otra ya llegará.
Con un enemigo así, no valen las contemplaciones, ni los miramientos ni las consideraciones humanísticas de pastaflora, porque de su erradicación depende el triunfo del bien, de la verdad y de la belleza, así como la supervivencia de una humanidad libre. Y mucho menos la reconciliación. Me remito a la fábula de Samaniego de EL HOMBRE Y LA CULEBRA:
A una culebra que, de frío yerta,
En el suelo yacía medio muerta
Un labrador cogió, mas fue tan bueno,
Que incautamente la abrigó en su seno.
Apenas revivió, cuando la ingrata
A su gran bienhechor traidora mata.
La obligación del labrador, ante sí mismo y ante su familia, era la de haberle aplastado la cabeza.
Por necesarias limitaciones de espacio, me he visto obligado a narrar muy sucintamente los hechos históricos a los que me he referido. No obstante, espero haberme hecho comprender, dejando muy claro que, al enemigo, ni agua.