Sembradores de odio

Sabe inocularlo como nadie. Por lo que vamos sabiendo al chico -a Pablo Iglesias- la vocación revolucionaria le viene de casta. Tuvo la ocasión de hacer prácticas de agitación social en la Venezuela de Chaves y de Maduro. Tan entusiasmado quedó de su experiencia bolivariana que esos dos caudillos del pueblo hermano se han convertido en dos iconos irrenunciables y referenciales de su imaginario marxista. Tan entusiasmados están con los experimentos chavistas y maduristas que ahora intentan aplicarlos con la irracionalidad del odio en una de las naciones más industrializadas y socialmente más avanzadas del mundo, pese a la crisis que, en parte, nos dejó en herencia su admirado Zapatero.

HACE DOS VERANOS, INGENTES MUCHEDUMBRES DE GENTE JOVEN Y OTROS NO TAN JÓVENES, LLENARON NUESTRAS PLAZAS. LA FANTASIA IMAGINATIVA DE CIERTOS PERIODISTAS COMENZARON A IDEALIZARLOS. ERAN LOS NUEVOS ROBIN HOUD QUE VENIAN A TRAERNOS LA IGUALDAD SOCIAL Y EL PAN Y EL TECHO PARA TODOS. ERAN LOS INDIGNADOS. LOS SANTAMENTE INDIGNADOS..

Todo aquello sonaba muy bien para ciertos oídos, dolidos por el paro, la corrupción y la falta de ética de ciertos políticos. Denunciaron a la casta, pero no han insistido mucho en las recetas para terminar con la casta. No han insistido para no asustar a la gente de buena fe que les viene siguiendo. La receta está clara: el comunismo en su última versión de populismo y de chavismo.

Pero el lobo feroz, por suerte, en la primera ocasión ya nos ha enseñado la patita: eufemísticamente, si un podemita es condenado a cuatro años de prisión por asistir a una manifestación cargado de explosivos es una injusticia latente en comparación con los corruptos; si la portavoz -otra podemita- del Ayuntamiento de Madrid es imputada por la profanación de una capilla y por atentar contra las creencias religiosas protegidas por la Constitución, es otra injusticia de los poderosos, porque el verdadero delito consiste en la corrupción económica.

Nuestro ideólogo de la coleta parte de un error de metodología revolucionaria. Con las recetas económicas que asesoró al intelectual Maduro sirvieron para que un país rico se haya empobrecido. ¿Esto es lo que pretende para España don Pablo Iglesias?. ¿Qué hagamos cola en las farmacias para adquirir unos simples pañales y los alimentos más básicos e imprescindibles?.

Para España la receta no consiste en sustituir a una casta corrupta de políticos y de sindicalistas por otra casta bolivariana. Para acabar con los corruptos es suficiente con una policía profesional y una justicia independiente, en un régimen de libertades públicas alentado por el Partido Popular o por una socialdemocracia, que ojalá no sea el socialismo oportunista de Pedro Sánchez (¿Qué pecado habrá cometido este país para que un iluminado profético llegue a ser tan decisivo?).

(publicado en GREGAL DIGITAL el dia 21 de junio el año 2015)

  • Germán Reguillo Simón es Doctor en Derecho