Un cuento chino

Por casualidad, haciendo zapping, estuve viendo un programa de TV que me dejó pensativa y un poco triste. Tras un examen del contenido y el conocimiento de la audiencia, una conclusión obvia es que lo sentimental tiene un fuerte tirón. Hasta el punto de que no requiere que la producción tenga calidad para tener audiencia.

La fuerte carga sentimental resulta así una mina de oro para cadenas de televisión, que pueden cuadrar sus cuentas y sacar beneficios con programas de bajo coste y buena audiencia. Al igual que los espectadores, yo creo que las cadenas también son conscientes de la escasa calidad de este tipo de programas, pero, paralelamente a los espectadores, su respuesta es que enganchan y atraen bastante audiencia. Buena parte del mecanismo generador de lo que se denomina “telebasura” está aquí.

De todos modos, nos engañaríamos si pensáramos que se trata de una novedad. Hace, medio siglo triunfaban los seriales radiofónicos, y la escritora que más papel vendía en España era la principal productora de fotonovelas, Corín Tellado. Y en cuanto al impacto que generaban, baste recordar anécdotas como lo sucedido un día en que el autor del más famoso serial, Simplemente maría, fue agredido en unos grandes almacenes por una señora al grito de “¡Sinvergüenza! ¡No hay derecho a lo que hace con la pobre María!

Lo que sí es más novedoso es la utilización de este tipo de recursos sentimentales para promocionar inmoralidades. Podríamos poner muchos ejemplos. Uno de ellos en los que se utiliza una propaganda de calado sentimental es el de las células madre embrionario.

Pocas cosas tienen más calado en el público que la aparición de una joven madre de un niño pequeño enfermo por una tara hereditaria, descompuesta y llorosa, diciendo con voz cortada: “Haría lo que fuera para salvar a mi hijo… ¡Ay, por favor, por favor¡ ¡Lo que haga falta…! Poco importa aquí que, en cualquier caso, aunque sirvieran para algo esas investigaciones, los resultados no llegaron a tiempo para curar al hijo. El espectador entiende que, si no sirve para este caso servirá en un futuro para convertir en madres felices a otras igual de llorosas y descompuestas, transformando las lágrimas desgarradoras en otras de alegría desbordante.

Se puede replicar a una propaganda de este tipo que lo digno del ser humano es gobernarse por la razón, y no por los sentimientos. Si son éstos en última instancia los que deciden la conducta, estamos ante una claudicación de la razón, debida a la falta de convicciones, a la falta de formación, o a una educación deficiente. Una cabeza con convicciones firmes, bien amueblada y segura, es lo que de verdad puede proporcionar la necesaria serenidad en el juicio y la igualmente necesaria estabilidad en la vida, frente a unos sentimientos que son volubles, y que convierten, a quien se rige por ellos, en un ser que da bandazos de un lado a otro, tanto en el juicio como en su trayecto por la vida. Es, qué duda cabe, una respuesta cierta, pero hay que añadir que, en cierto sentido, es también una respuesta incompleta. Para completarla, hay que colocar todas las piezas en su sitio.

A la pobre madre llorosa se le podría contestar que el legítimo deseo de salvar la vida a su hijo no puede justificar que se sacrifique la vida de otros para conseguirlo. Y podríamos ir profundizando más en este tema.

No dejemos que nos vendan este cuento chino. No vamos a despreciar a los sentimientos, considerándolos poco menos que unos sucedáneos para personas carentes de voluntad. Cuando se buscan en sitios como el mercado televisivo, dejándose enganchar a sabiendas incluso de que presentan situaciones artificiosas y son productos de baja calidad, el motivo, en última instancia, no se debe buscar en un superávit sentimental, sino más bien en un déficit.

Los sentimientos no están llamados a ser un factor desestabilizador, sino más bien lo contrario. El sentimiento más autentico está llamado a reforzar la inteligencia y la voluntad en armonía, dando así lugar a una persona íntegra.

Así concluía un artículo de Julio de la Vega-Hazas titulado “La milonga sentimental“ y que publicó en Junio 2005 sobre esta cuestión:

“Estamos necesitados de un redescubrimiento de la afectividad en el interior de las familias, de los lugares de trabajo, de cualquier equipo humano que valga la pena reunir y, por supuesto, en los modelos humanos que tenemos como ideal. En la medida en que se consiga, perderán su atractivo los engaños con envoltorio sentimental y los productos baratos que hacen su negocio de las carencias afectivas. Si no se consigue, veremos una vez más a gente que busca en la fantasía lo que no encuentra en la realidad, alimentado la nostalgia con todos esos productos que abundan en el mercado: La milonga sentimental.

Adjunto este enlace de una canción de David Civera que me gusta escuchar de vez en cuando.

https://youtu.be/h3nmVFjzBp

  • Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora