La política nacional tiene un segundo ‘round’ en Valencia, con pocos días de diferencia. El PP celebró su Convención Nacional los pasados 2 y 3 de octubre, y el PSOE celebrará su Congreso Federal del 15 al 17 de octubre.
Los socialistas han presenciado el subidón que ha supuesto para el PP su Convención Nacional. Llenazo en la Plaza de Toros, reaparición de Francisco Camps y aplauso ensordecedor a Rita Barberá para coser heridas del pasado, unión sin ninguna fisura de Isabel Díaz Ayuso con Pablo Casado. En unos días soleados, el PP volvió a vivir el ambiente de llenazos en la Plaza de Toros que precedían o seguían a éxitos electorales, a nivel local, autonómico y nacional.
Los líderes ‘populares’, exultantes. El optimismo es muy difusivo y se ha transmitido a los militantes, e incluso a votantes desencantados en estos años.
El PP mencionó una retahíla de críticas al PSOE, y al tripartito de izquierdas que gobierna en la Comunidad Valenciana desde 2015, en especial dirigiendo sus dardos a Ximo Puig y Mónica Oltra. También trazó su programa.
Si el centro-derecha ve que el asalto al poder valenciano y al nacional va a venir por el hundimiento de Ciudadanos –y que Vox no tendrá más remedio que apoyar al PP, como ha dicho Casado-, el PSOE tiene bazas que va a intentar explotar, y bien, en el Congreso Federal. Hasta puede que incluso hablen de subidón.
Frente a quienes defienden que el poder desgasta, me decanto por defender que lo que de verdad desgasta es estar en la oposición. El poder tiene muchos estómagos agradecidos, entresijos institucionales y sociales que maneja –no pienso en el CIS de Tezanos, que es una vergüenza-, resortes que se activan cuando se ve peligrar: las sorpresas que está preparando Pedro Sánchez casi ni se pueden imaginar.
El PSOE gobierna a nivel estatal y en tierras valencianas. Los socialistas siguen endeudando a España, pero no les importa, porque Pedro Sánchez persigue seguir en la Moncloa como prioridad absoluta, y el resto no le importa, ni ceder en ideas ni ante exigencias independentistas o filoetarras, y lo comprobamos y día sí y otro también. Suma votos o apoyos como sea: así llegó al poder, y así se mantiene.
Pedro Sánchez se apuntará las subidas del Salario Mínimo, las subidas a los funcionarios. Se apuntará hasta la disminución de la violencia por el independentismo en Cataluña, presentándose como único remedio para calmarlo, frente a la cerrazón y falta de diálogo de la derecha: en definitiva, que si gobierna el centro-derecha, el independentismo irá a más.
La paz social seguro que sale a colación en el Congreso socialista. Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, están comprados y callados, ante la subida de la luz, el desempleo juvenil y no juvenil. Los liberados sindicales están felices, y han estado muy cómodos durante el confinamiento y las restricciones por el virus. Cerrado el Congreso, no han rechistado, pese a ser un abuso flagrante, que el Tribunal Constitucional acaba de reconocer.
El PSOE se frota las manos ante el hundimiento de Podemos y espera nutrirse de votos. Pero, a la vez, la maniobra de Yolanda Díaz de intentar agrupar a la izquierda en una coalición electoral –reiteradas conversaciones con Mónica Oltra para que Compromís se sume, Izquierda Unida, tal vez Errejón– puede sumar “muchos pocos” y tener un resultado que le permita intentar seguir gobernando con el PSOE, y otros partidos como ahora.
También sabe el PSOE que puede pescar votos en los desencantados de Ciudadanos: la mayoría irán al PP, pero una parte a Vox y otra parte al PSOE. Votos que, por ahora, no desean ir al PP ni a la formación de Abascal, por razones diversas.
Si el PP quiso captar votos en Valencia a izquierda y derecha, también el PSOE lo va a intentar, a nivel nacional y a nivel autonómico. Ni Pedro Sánchez ni Ximo Puig van a adelantar las elecciones, porque ahora sería temerario ante el subidón del PP: tienen dos años por delante para que lleguen los millones de Europa, la recuperación económica y laboral se produzca, y la pandemia sea ya algo del pasado.
Y de las encuestas internas que se dice que otorgan un empate técnico entre las izquierdas y el centro-derecha –a nivel estatal y en la Comunidad Valenciana-, no les doy valor. Primero, porque difunden únicamente las que les interesa; y segundo, porque quedan dos años para las elecciones: una eternidad en la política actual.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.