Todavía estoy impresionado por las imágenes del incendio en Bejís, provincia de Castellón: los bomberos luchando contra las llamas a escasos metros, sufriendo el cambio de orientación del viento.
Mi admiración y mi respeto hacia la tarea de los bomberos, y a cuantos intervienen en la extinción de los incendios que hay por toda España. Incluso más: cierta petición de perdón, porque les toca a ellos arriesgarse con frecuencia por la dejadez política y ciudadana. Así lo siento.
En los pueblos se sabe y se repite, y más cuando hay incendios cercanos o lejanos, que los incendios se apagan en invierno, no en verano. Eso exige una labor continua de limpieza de bosques y caminos, en invierno. Si no se hace, es evidente que una chispa, una colilla, una chuletada o un rayo bastan para provocar pavorosos incendios. Si se limpiaran los bosques y caminos forestales, y según la sabiduría popular, habría menos incendios.
La ganadera Ángeles Santos, que pertenece a la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) lo tiene muy claro: “Ni el monte estaba limpio, ni se ha dejado trabajar a los vecinos para limpiarlo: a los hombres y mujeres que vivimos y conocemos nuestros campos”.
La desgracia que tenemos es doble: unos políticos incompetentes y que no saben asumir sus responsabilidades, y una sociedad anestesiada que sabe quejarse pero no arrimar el hombro.
Para los incendios, un presidente de Gobierno como Pedro Sánchez ha encontrado una causa que le exime de toda responsabilidad, una vez más: dice que la causa es el cambio climático. Ya le han contestado desde diferentes entidades: en el caso de España, es la mala gestión la causa.
A Pedro Sánchez, sumemos presidentes autonómicos, presidentes de Diputaciones provinciales, alcaldes: nadie es responsable, pese a que la sociedad les está diciendo que es su mala gestión la causa de muchos incendios.
Por ello me sale esa petición de perdón a los bomberos, a las unidades que intervienen jugándose la vida por la ineptitud de unos gobernantes que cobran el doble o el triple que el bombero que se está jugando la vida. Y me apena por los vecinos que son desalojados, que pierden sus casas, sus enseres, sus ganados: el lamento de un pastor por haber perdido todas sus ovejas, 450, en un incendio hace unos días, refleja el contraste. ¡Que vaya Pedro Sánchez a decirle que la causa es el cambio climático y que no se puede hacer nada!
Desde hace décadas, los agricultores y ganaderos españoles iban avisando: el pastoreo evitaba muchos incendios. Basta ver el aumento de incendios, y algo de razón habrá que conceder a agricultores y ganaderos.
Sin embargo, los políticos incurren en auténticas chapuzas cuando quieren sorprender con soluciones originales, cara a la prensa. Es el caso de Mireia Mollá –pertenece a Compromís-, la consejera valenciana de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica, que tuvo una idea genial: unos cuantos burros anti-incendios para comerse la vegetación el verano pasado, en unos montes cercanos a Castellón, y lo anunció en una rueda de prensa como “medida estelar”. Murieron en pocos días casi todos los burros, famélicos. La consellera echó las culpas al director del Parque, y sigue coleando la chapuza. Mollá no ha visto montes, ni incendios ni burros salvo en películas o en el móvil. Chapuza mayor es casi inimaginable.
He escrito más arriba que, como sociedad, estamos fallando. No culpemos únicamente a los políticos. Me gustaría ver más ONG, asociaciones, fundaciones, que se ofrecieran y llevaran a cabo acciones de limpieza de montes y caminos. Eso sí que sería sostenibilidad, amor a la naturaleza, protección medioambiental.
La izquierda española quiere apropiarse de cuanto se refiera a la naturaleza. Un ecologismo de salón, inactivo, como una etiqueta para mentes sumisas o conformistas. Una ecología que, curiosamente, acaba volviéndose contra el hombre: controles, horarios limitados para visitar parques o montes, desconfianza hacia el hombre en vez de buscar la ligazón naturaleza-hombre.
En los partidos de derechas se incide mucho en la gestión económica, y falta una sensibilidad mayor hacia la naturaleza, por encima de gestos.
Unas propuestas atrevidas. Que los liberados sindicales constituyan un voluntariado para dedicar tiempo a limpiar montes y caminos, cuando sus extenuantes tareas como liberados sindicales se lo permitan. Que en ciertos ayuntamientos, diputaciones o consejerías, creen algún tipo de voluntariado para esa tarea. Que en las universidades haya grupos de voluntarios –integrados por profesores, personal administrativo y alumnos– que demuestren esa sensibilidad, dedicando unas horas al año a limpiar montes. Que los jóvenes que acuden en verano a festivales musicales acudan en invierno a limpiar algunos montes. Que el lector siga la lista.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.