Llama la atención cómo el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha capitalizado y reforzado continuamente la valentía del pueblo ucraniano tras la invasión rusa. Lo que parecía impensable se está produciendo: el cambio en el signo de la guerra. Zelenski alude continuamente a la lucha por la libertad y la dignidad de los ucranianos para aguantar y superar esta tragedia, que parecía de claro signo ruso.
En España tenemos un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que sigue gobernando con una técnica muy distinta y, desde luego, innoble: seguir en la Moncloa pactando lo que haya que pactar, sin principios, aunque para ello diga la contrario de un día para otro.
No podría dormir tranquilo con Podemos en el Gobierno: pues se le ve tan feliz y contento. No cedería a los filoetarras, y acaba de acordar con Bildu que se retire de Navarra la Guardia Civil de Tráfico, claro peaje para que Bildu apruebe los presupuestos.
Los españoles estamos aguantando al peor presidente de la democracia española, pese a todo lo que hace y deshace. Si no cambiamos de actitud, nos lo podemos encontrar cuatro años más en la Moncloa, porque no parece decisivo el nivel de hartazgo y protestas de los españoles.
Me resulta preocupante que no haya más reacciones. El Gobierno ha de presentar un plan a Bruselas sobre las pensiones antes del 31 de diciembre, que es una cuestión primordial a nivel ciudadano. No lo está trabajando ni con empresarios ni sindicatos. Todo apunta a que lo aprobará el Gobierno en Consejo de Ministros, sin escuchar previamente a la sociedad. Asombroso. Y más asombra la falta de reacción proporcional a la gravedad de la cuestión.
Se aprobó la eutanasia sin escuchar a médicos y organizaciones sanitarias. Se aprobó la LOMLOE sin trabajarla a fondo con los diversos sectores implicados en la enseñanza. Le aprobó la ley del “sí es sí” de Irene Montero sin escuchar, y con las barbaridades que ahora estamos viendo. Se quiere aprobar la Ley Trans con gran preocupación de la sociedad.
Se retrasan los fondos europeos para la reactivación económica por falta de petición y, tratándose de miles de millones, no hay una alarma general proporcional. Se disparan los precios y seguimos a la cola en desempleo y las quejas casi se limitan a conversación de bar o de comercio, además de las inevitables confrontaciones parlamentarias entre políticos.
La sociedad española está asustada. La pandemia tiene una parte de explicación, que el Gobierno aprovechó para tener encerrados en sus casas a los españoles y sin capacidad de protestar. Ahora mismo, en algunas comunidades autónomas, se mantienen restricciones por Covid sin ninguna justificación médica, descaradamente justificadas en que no haya problemas hasta las elecciones de mayo. Asustar y encerrar siempre es una técnica de los enemigos de la libertad.
Ni somos los mejores ciudadanos del mundo ni los peores. Si de algo no podemos presumir, es de luchar por una mayor presencia activa en la sociedad, para ayudar a resolver los problemas con mayor eficacia, y no quedarnos en la queja. Sobran motivos de queja contra Pedro Sánchez y su Gobierno, sus nefastos pactos con independentistas y filoetarras… y con quien haga falta.
Podríamos hacer una lista de abusos de poder, injusticias e indignidades. La lista de reacciones profesionales y sociales ya no sería tan extensa, pues organizaciones profesionales y sindicatos –estos últimos, “ya se sabe”– no reaccionan con fuerza, y un generalizado que “alguien haga algo” parece haberse extendido.
¿Qué hace falta para que haya manifestaciones en las calles, por la situación económica y laboral, los derechos humanos y el Estado de Derecho? Si convocan una manifestación para defender a los animales y contra el maltrato animal, puede ser que haya más manifestantes que por alguno de los motivos enumerados. Es algo anómalo y grave lo que está sucediendo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.