En repetidas encuestas –y no solamente en España- los políticos suelen aparecer como la clase más denostada y que más preocupa al ciudadano medio. Los escándalos económicos protagonizados por esta casta son frecuentes. En algunos casos, por desgracia, tienen demasiada prisa por hacerse ricos.
Junto a esta evidencia –triste evidencia- sería injusto generalizar el mismo rechazo a todos los políticos. La honrada ambición, como nos enseñaban en las clases de moral militar, es noble, justa, útil y necesaria. Ahí se encuentra una de las claves del progreso de la humanidad.
Es cierto, como afirma el refrán popular, que en todas partes crecen habas. O dicho de otro modo, en todos los grupos sociales –partidos, sindicatos, instituciones, etc.- aparecen ovejas negras que, lamentablemente, con su obsceno proceder, ponen en entredicho la conducta generosa, noble y desinteresada de muchos de sus correligionarios que llegaron a la política o al sindicalismo, o a cualquier actividad pública, con el noble afán del servicio a los demás.
Yo conozco a muchos de esos políticos honrados, militantes, por otra parte, en opciones políticas diferentes. Defienden con rigor sus ideas políticas, pero nunca rechazan al adversario. Ni lo destruyen como persona. Por desgracia, ya lo hemos dicho, la nobleza de su conducta es eclipsada por la falta de escrúpulos de otros políticos.
Me fijaré especialmente en uno de ellos. Tiene un porte humilde y sencillo. Honrado a carta cabal. Eficaz. Domina la magia de la palabra y la lógica del argumento breve y contundente. Hasta sus propios adversarios le reconocen esta elegancia espiritual. Pese a su juventud tiene una trayectoria política brillante. Nunca ha necesitado de la demagogia o del recurso fácil y acomplejado de aparecer más progre que los mismos progres. Todo lo contrario. Su mochila de andadura política contiene convicciones muy sólidas y arraigadas. Inalienables en el mercadeo de las transacciones políticas.
Económicamente tiene las espaldas cubiertas. Es la antítesis del político profesional. Como don Alejandro Salazar, catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad de Coimbra, -jefe del gobierno de Portugal durante muchos años- ante las circunstancias adversas de la política, también podría repetir aquellas palabras que se atribuyen al político portugués: “Cada hora sale un tren para Coimbra”. Es decir, ante la disyuntiva de no ser fiel a las propias convicciones por exceso de ambición personal, siempre será provechoso para cualquier político disponer de su particular Coimbra. Otro día les diré su nombre.