Corría el 2005 cuando Daniel, un vecino, colocó en su balcón un mástil y subió hasta su parte alta, la Bandera de España.
A los pocos días lo encontré en la calle, se divisaba la bandera que, ondeaba al viento y le pregunté ¿Daniel porque precisamente ahora, colocas la bandera en tu balcón? Me contestó “veo que España toma mal camino”. No se equivocaba.
Durante años la bandera siempre lució espléndida, en cuanto apreciaba que sufría algún girón o perdía color, rápidamente era sustituida por una impoluta. Sin embargo, hace algo más de un año, la bandera fue perdiendo prestancia y poco a poco se fue deteriorando, sin que fuera repuesta. A Daniel se le puede perdonar su olvido, ha tenido una extraordinaria disculpa, su mujer enfermó gravemente y necesitó de toda su atención, de hecho, ya camina solo, por el valle de lágrimas que es su vida. Seguro que Daniel, aunque, rebasa los ochenta, sacará fuerzas de flaqueza, recuperará la ilusión por vivir y volverá a acordarse de la bandera de su balcón.
Cuando la observo, veo en ella, la que nos representa a todos y la imagino en un estado pareció. Durante décadas, ha ido difuminando sus colores, han aparecido pequeños girones y otros desgarros de mayor entidad, que han hecho que parte de ella, haya desaparecido y en un repaso somero, como fotogramas, recuerdo su progresivo deterioro.
Hubo que reconciliarse y buscar la concordia, para ello, había que contentar a los insaciables, diferenciando a los españoles: regiones y nacionalidades.
Aprobaron una ley electoral que benefició a partidos mayoritarios y a los de algunos territorios, todo sea por la fraternidad entre los pueblos de España. No miramos al pasado, los gobernantes de esos territorios, históricamente han sido insaciables. Pero no importaba, en la bandera apenas se notaba la pérdida de apresto.
Vivimos tiempos de paz, entre comillas, y de prosperidad, a cambio, los insaciables, con el beneplácito de los padres de la patria, hicieron pequeños girones y la bandera perdió algo de color, pero no había que inquietarse, cuando ondeaba, aún lucía sobre su mástil y como un palio, nos resguardaba a casi todos.
Recuperaba algo de brillo, aunque delante del dolor y las lágrimas, cuando tapaba a aquellos que, cumplieron su juramento, hasta las últimas consecuencias, o cuando durante unos pocos días, llenaron plazas y balcones ¡Soy español, español!
Mientras tanto en las aulas se dejó de hablar de la patria común, de sus logros, se habló de la patria chica y de sus excelencias, se aupó a sus lenguas, pero arrinconando a la que hablan 550 millones de personas. Pero no importa, la bandera aún ondeaba y aunque le falta alguna esquina y los colores están difuminados, era reconocible.
Llegó el 2004 y con él: la guerra civil, Franco y sus atrocidades y los fachas y progres. Vuelta a las dos Españas. La fraternidad y la concordia se deteriora.
Los insaciables olfatearon la debilidad y se quitaron la careta. Acostumbrados a incumplir la ley, sin consecuencias, decidieron saltarse la Carta Magna y la secuencia fue: Referéndum, proclamación de una fugaz República, discurso del Rey, Art.155 descafeinado y fuga de presuntos delincuentes.
A la bandera parece que se le han cosido algunos girones. Era un espejismo.
Con una moción de censura, saltó al ruedo ibérico, el dirigente que, cree tener la solución a los problemas, exhumando huesos del pasado y tomó fuerza el progresismo, donde se refugiaron el comunismo y el socialismo del “no es no”. Por la otra parte, la derecha dividida.
Tras tres elecciones generales, el escenario no puede estar peor. España más dividida que nunca, siete millones por un lado y enfrente otros siete y la llave la tiene un prófugo que, enarbola la bandera de sus 400.000 acólitos y pide, para deshacer el entuerto, como aperitivo: amnistía y referéndum.
Veteranos dirigentes, incluso los del antiguo PSOE, los de la transición, los que votan con la nariz tapada, reclaman: “no cabe en la Constitución”, “no se puede rebasar esas líneas rojas” y como pepito grillo se oye la voz “no lo hará y lo hace”, para dar una pista, se destierra al crítico
Y en este marco, unas mujeres lograron una gesta, en un escaparate global, la bandera que han defendido se ve difuminada por las banderas de sus patrias chicas.
Se convocan manifestaciones masivas, pero en el pueblo se está a otras cosas, parece que, se sigue viendo la bandera intacta.
El objetivo no parece lejano, una bandera donde parte del rojo mute al morado, con 19 estrellas o varias banderas. Y aquí estamos, esperando que se dé la autorización al prófugo, para venga e intente arriar la bandera ajada e izar la de una parte.
Al final, quedará un escollo, liberar a los cientos de miles, encabezados por el monarca, de las responsabilidades a que les obliga el juramento que efectuaron delante de la bandera, para que, como Daniel, puedan, en su caso, tener una disculpa para romper el hilo invisible que les une y seguir caminos diferentes.
Tal vez sea necesario separarse durante décadas. -Como Alejandro, el gallego de Santiago de Compostela que, cruzó el atlántico, para después de 35 años sin pisar suelo español, cuando le preguntaron, ¿se sigue sintiendo español?, respondió “de pura cepa”-, para añorar lo que éramos y volver a izar una bandera de todos.
Imagen 1: foto del autor
Imagen 3: Voces Criticas-Salta