Sánchez ya ha escogido los ministros que formarán su nuevo gabinete. Más que conocer los nuevos nombres que se iban a incorporar, existía un cierto morro por conocer a quiénes íbamos a perder de vista. Aunque el estilo y la capacidad intelectual de la señora Díaz dejan mucho que desear, habrá que agradecerle nos haya liberado del desagradable espectáculo ofrecido por Iglesias, Montero, Belarra, Garzón entre otros ¿O es a Díaz Ayuso a quien hay que agradecerle?
También nos hubiéramos congratulado del cese de algunos otros ministros pero no solo siguen sino que en algunos casos, han subido de categoría. A decir verdad, las restantes bajas apenas van a ser notadas ya que no habíamos llegado a quedarnos con sus rostros. A excepción del bailarín señor Iceta.
Sigue el abultado número de carteras -22-, con mayoría de mujeres -12-, incluidas las cuatro vicepresidentas, aunque quien mande sea Bolaños que a sus antiguas responsabilidades suma ahora la de Justicia. Mandará con el permiso de Sánchez y todos ellos con el de Puigdemont.
Bromas aparte hay que reconocer que el sanchismo ha conseguido dos victorias esenciales: la primera es convencer a una parte de la opinión pública de que la derecha es la involución, el regresismo, lo facha, lo anticonstitucional. Que votar al PP y sobre todo a Vox no mola; la izquierda ha logrado demonizar a Vox.
Por añadidura el sanchismo está logrando dar la vuelta a una convicción hasta ahora bien arraigada: que cada vez que gobernaba el PSOE dejaba a España esquilmada y tenía que llegar la derecha e invertir los dos o tres primeros años de su mandato para recuperarla. Tras Sánchez ocurrirá lo mismo pero la ciudadanía parece no querer darse por enterada y cree más bien las glorias cantadas por la vice Calviño.
Este nuevo panorama ha venido a concretarse con una de las primeras afirmaciones formuladas por Sánchez tras su investidura: la izquierda debe levantar un muro que aísle a la derecha e impida la contaminación. Dicho con otras palabras, por primera vez un presidente afirma no gobernar para todo el país sino solamente para quienes votaron a esa izquierda Frankenstein.
No es muy afortunada la metáfora. Los muros tienen mala fama. El más famoso fue el de Berlín, construido para evitar la fuga masiva de los alemanes hacia el mejor régimen de Occidente. Otros muros o vallas son los que en América procuran impedir las migraciones hacia los Estados Unidos y los que España levantó en Ceuta y Melilla.
Con semejantes referencias podemos comprender que el muro de Sánchez se construirá o bien para impedir que sus afiliados huyan camino de la libertad y el progreso que ofrece la derecha o bien para impedir el contagio de ideas liberales que deje en evidencia lo endeble de un bloque construido sobre los residuos parlamentarios anti españoles, rupturistas, revisionistas, separatistas y comunistas.
El muro de Sánchez tiene nostalgias machadianas -“una de las dos Españas te helará el corazón”-. Conviene revisar esa idea lo antes posible ya que acrecienta el odio entre los españoles, un feo sentimiento que por desgracia ya existe. Sobre ese odio a Vox la izquierda ha conseguido mantenerse en el gobierno cosa que parecía imposible. El resentimiento que la derecha acumula hacia los gobiernos Frankenstein no es mucho menor.
No va a ser fácil calmar los ánimos. La España descontenta se ha lanzado a la calle y no se ve fin a estas movilizaciones por fortuna moderadas. Razones no faltan, las trampas urdidas por los sagaces sanchistas no tienen nombre. La Amnistía es solo la punta del iceberg que oculta la corrupción, la malversación, la ruptura nacional, el debilitamiento de la democracia y de sus Instituciones empezando por la Monarquía. Contra esta agresión se están sublevando las Instituciones en pleno. Y se está levantando también el pueblo llano, la calle.
Imagen: Vikipedia
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.