Este Gobierno antidemocrático, y por tanto traidor para la mayoría de los españoles por la amnistía y las concesiones a los independentistas tras el 23J, está muy interesado por la familia.
Tan interesado está el ministro de Transportes, Óscar Puente, que ha colocado nada más llegar al Gobierno a su hermana Sofía en un alto cargo. ¡Eso es cuidar la familia! Hasta un ministro como Puente, con aspecto de boxeador y mamporrero, se esmera con su hermana. ¡Qué bonito y fraternal! Dejando aparte la ironía, simplemente lamentable.
Sofía Puente, fiscal, nombrada secretaria general para la Innovación y Calidad del Servicio Público de Justicia. Es cierto que trabajaba ya en el ministerio de Justicia, ahora dependiente del reforzado Félix Bolaños. Pero ¿es la más idónea para ese cargo casualmente?
No acaba ahí el desvelo de este Gobierno, que ojalá tengamos que soportar poco tiempo. Pilar Alegría, la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, y portavoz del Gobierno, ha valorado la elección de Miguel Tellado como portavoz parlamentario del PP muy peyorativamente. Ha aludido a los “exabruptos” de Tellado, planteándose si así quieren educar a los hijos. “¿Son esos los principios y valores que quieren transmitir a los jóvenes?”. Conmueve su preocupación por la familia, por los hijos.
La ministra de Juventud e Infancia es la valenciana Sira Rego. Diplomada en Nutrición humana -¡menos mal, que no es en la animal!– e Infancia. A este departamento, según las primeras noticias, irán a parar todas las ocurrencias sobre la familia, legislativas y prácticas.
Por la ideología de Sira Rego, no es difícil imaginar por dónde van a ir sus fuerzas, no precisamente en fortalecer la familia, sino en intentar debilitarla, deformarla y que los españoles confiemos mucho en el Estado adoctrinador, no en la familia ni en tener una formación personal con personalidad. Ciudadanos manipulados y manipulables.
Todo esto sucede cuando, precisamente, la familia necesita fortalecerse. Ojalá no presten atención a la familia, que nos dejen en paz. La familia necesita vitaminas. Un matrimonio o una familia estables contribuyen mucho a la felicidad y al desarrollo personal.
No está claro que sean una prioridad en nuestra vida. Basta una mirada a nuestro alrededor más cercano, sin necesidad de acudir a grandes cifras –elocuentes, por otra parte– sobre la institución familiar, ni a densos tratados teóricos. En el periodismo nos guiamos por la vida, y la vida habla claro.
Una serie de alarmas están saltando en torno a la familia, y ya hace años. No acabamos de ser consecuentes cuando subrayamos la importancia de la familia y, sin embargo, en la práctica parecemos desbordados, superados, por un deterioro familiar creciente. Me parece que no es cargar las tintas ni dibujar un panorama negro.
Aceptamos que, por encima del trabajo y de las amistades, lo que de verdad importa es la familia, ámbito en el que se nos quiere por lo que somos –marido, mujer, hijo, hermano, abuelo, tío– y no por lo que tenemos.
Se ansía un matrimonio o una familia estables, pero falta invertir tiempo, cuidarlos. Muchos problemas surgen de las familias desestructuradas: no se generan por casualidad, sino por falta de preparación, compromiso personal y asumir en la vida diaria que la convivencia es más importante que la tablet, que el trato está por encima del uso compulsivo del whatsapp, que el perro es importante pero menos que el cónyuge, los hijos o los abuelos.
La calle y el trato con nuestros parientes, amigos y conocidos son el mejor termómetro. La familia está herida, maltratada con frecuencia, considerando casi utópica una familia y un matrimonio estables, conviviendo con las diferencias y el pluralismo, aprendiendo cada día a querer y a darse. Cuesta reconocerlo en la práctica.
Si vemos la familia como ámbito para recibir en vez de contribuir, aparecen las grietas ante cualquier dificultad de la vida. Siempre podemos encontrar una excusa en el carácter o la actitud de otra persona de la familia, pero no hacemos autocrítica continua de cómo mejorar nosotros lo que damos o aportamos al entorno familiar.
Me arriesgo a simplificar, pero pienso que el egoísmo se disfraza de muchas maneras para no cuidar la familia, y luego viene el dolor y el arrepentimiento por haber descuidado lo que decimos que es más importante. Paradoja. La vida puede ser de otra manera si nos convencemos de que vale la pena el esfuerzo… pero hay que esforzarse. Lo que mucho vale, mucho cuesta, y la familia reclama a gritos más vitaminas.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.