Han pasado 45 años del referéndum sobre la Constitución. Fue la primera vez que pude votar, y voté: había un ambiente especial en la sociedad española, con ganas de tener un marco jurídico real, claro y moderno.
Tengo vivos recuerdos de aquel momento, tan importante para la historia de España. Acabé el primer ciclo de la IMEC en Zaragoza –las milicias universitarias, para quien no le diga nada ya esa abreviatura– el 3 de diciembre: me parece que estaba previsto que acabáramos un poco más tarde ese ciclo militar, y dimos por hecho que la celebración del referéndum era lo que propiciaba ese adelanto. En ese sentido, nos caía bien a la mayoría la oportunidad de votar el referéndum.
Mis primeros años universitarios transcurrieron en la Universidad Autónoma de Barcelona, en Bellaterra. Estudiar Derecho y Ciencias de la Información a partir de 1974 me permitió una clara inmersión en la vida política, cultural y social de aquella España vamos a llamar “convulsa” y con no pocos ingredientes para la inquietud hacia el futuro.
Ya en el primer curso, huelga general de PNN (Profesores No Numerarios), que motivó que solamente los catedráticos dieran clase y examinaran. La mayoría de las asignaturas las impartían PNN, por lo que nos dieron aprobado general, con tal de llegar el día del examen y poner nuestro nombre en un folio: quien deseaba una mejor nota, tenía esa opción habiendo hecho algún trabajo.
En esos años, había gran actividad política en la Universidad, y en concreto en Barcelona. En Bellaterra, había claro dominio del PSUC, que lograba con frecuencia ganar en elecciones para Delegado del curso. También había representantes del POUM, por ejemplo. Y estábamos pendientes de alguno, ya algo mayor, que nos parecía un espía del todavía régimen franquista.
Me trasladé a estudiar en Zaragoza, en 1976. En un clima de gran calidad académica, desde luego en Derecho, también en las aulas había un ambiente político, que a mí me parecía excesivo, porque se mezclaba todo. En el aula había dos sectores diferenciados: los miembros o simpatizantes de CERZ (Comité de Estudiantes Revolucionarios de Zaragoza), cuya ideología izquierdista-comunista no hace falta subrayar, y los que se calificaban de “derechas”, prácticamente en cifras similares un sector y otro. Curiosamente, unos y otros se sentaban juntos, hasta físicamente diferenciados: eso a mí no me gustó, y alternaba asiento según las clases o los días, para extrañeza inicial de algunos.
Agonizaba el franquismo y se veía venir una España muy distinta, no exenta de escollos que podían complicar la convivencia. La actividad de partidos políticos, no permitidos, se centraba en la Universidad, que vaticinaba cambios profundos. Muere Franco en 1975: una especie de flujo democrático se percibía a todos los niveles, pero había o se suponían muchos interrogantes. Ley de Reforma Política. Se legaliza el Partido Comunista con un Santiago Carrillo liderándolo: para algunos sectores, algo inadmisible, y encima con Santiago Carrillo, que evocaba tragedias de la Guerra Civil. Adolfo Suárez. ETA. SE empieza a hablar de “ruido de sables” ante la situación.
En ese clima, que viví con intensidad en mis años universitarios y más todavía por mis estudios específicos, llega el referéndum de la Constitución el 6 de diciembre de 1978. A mis 21 años notaba la importancia para España de una Constitución que delimitara cuestiones básicas para el presente y el futuro, con unos mínimos aceptados por todos.
Han pasado 45 años. Desde ese año 1978, la Constitución ha sido un muro valioso. El 23F pareció, por unas horas, acabar en la práctica con ese instrumento democrático de primer orden.
Sin embargo, ahora vivimos en España una situación dolorosa, muy tensa, que atenta contra la Constitución, y es la amnistía. Dos de cada tres españoles pensamos que es inconstitucional, muy grave. Parecía algo imposible, pero Pedro Sánchez hace lo que haga falta por estar en La Moncloa.
El independentismo se está multiplicando, y hasta riéndose del resto de españoles, con ironías o discursos, que no se sabe qué duele más. Todo, por un puñado de votos, unos escaños, que Puigdemont airea y de los que alardea.
Si se llegó al referéndum de la Constitución en 1978 en medio de no pocas dificultades, si luego hemos ido superando estos 45 años con logros y zozobras, tengo confianza que superemos el actual momento crítico para la Constitución, para España. El inestable Gobierno puede ser muy breve, acabando con esta inquietud: ojalá.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.