Todo voluntario que colabora, poco o mucho, es de agradecer. Se dedica a los demás. Da su tiempo, a veces también su dinero, a tareas solidarias. Siempre es positivo ayudar a los demás sin encerrarse en una torre de marfil. Para mí, el voluntariado tiene dos requisitos: que sea eficaz y que no busque el aplauso, la “foto”.
Este verano he vuelto a escuchar relatos de voluntarios, universitarios en su mayoría, que han ido unas semanas a un país africano, a colaborar con una ONG u otro tipo de entidades, para repartir comida, limpiar casas y un largo etcétera. Les organizan un día a la semana un recorrido turístico tipo “safari”, para que les sirva de turismo y descanso.
Son jóvenes inquietos, con valores, con afán de servir. Sustituyen sus planes de playa o alguno de los muchos festivales musicales que tenemos en la provincia por esa labor altruista. En ocasiones, me parece que esos jóvenes van y vuelven casi como héroes, y hasta les organizan un café para transmitir su experiencia en Kenia: se organizó con una voluntaria y tuvo una asistencia de 50 personas. Como algo solo para valientes, como icono de lo que necesita ahora el mundo. No sé, hay algo que me chirría.
Percibo, y no soy el único, un cierto halo de espectáculo en ese modo de voluntariado o turismo solidario, ya llamado “volunturismo”. Me consta que no es una ayuda eficaz esos 15-20 días, al margen de la buena voluntad.
Muchos ancianos –y en verano, mucho más– sufren una cruel soledad en su domicilio o incluso en residencias donde no reciben ni una sola visita. Pienso en familias vulnerables que conocemos, españolas o inmigrantes, que algunas tampoco hacen más de una comida al día –como sucede, por desgracia, en muchos países africanos-, en viviendas insalubres en Castellón que Cáritas denuncia y hace lo que puede.
El voluntariado es cada vez más necesario en nuestra sociedad egoísta. Atrae más viajar a África que visitar a nuestro abuelo o un tío enfermo y necesitado, que lo tenemos cerca. Voluntariado familiar, o de vivienda, o de alimentos. Con discreción, voy confirmando si esos voluntarios que van a África cuidan, dedicando algo de tiempo todo el año, esas múltiples tareas solidarias. Me preocupa lo que me llega.
Cuatro de cada diez mayores de 65 años de la provincia de Castellón viven solos (27.787 afirma el INE) y no siempre con las debidas condiciones de dignidad o seguridad. Conozco personas que les ayudan. No salen en la prensa, se vuelcan, sin hacer ruido. El bien no hace ruido, y el ruido no hace bien: África, sí; Castellón, antes.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.