Copago sanitario

Según nos conviene, aludimos a cómo abordan los países de nuestro entorno ciertas materias. Y no digamos los partidos políticos. El copago sanitario es buen ejemplo.

Un amigo de Castellón ha pasado unas semanas de agosto en Estonia, en Tallin. Allí notó fuertes dolores en la espalda. Decidió ir a un Centro de Salud. Pidió cita y, al entrar, le pidieron que abonara 5 euros por la consulta. Le atendió una médico en un más que correcto inglés, con calma. Este amigo comprobó que allí funciona bien la atención médica. Le llamó la atención el cobro inicial de 5 euros, que le pareció bien.

Al hilo de esta conversación, me vienen imágenes de bares y terrazas a rebosar, lo cual me parece estupendo y comparto a gusto, sobre todo en agosto. Pero no me parece excesivo pagar 5 euros porque un médico me atienda, que es el precio de dos cervezas.

Hace años se introdujo el copago farmacéutico en España. Se puede afirmar que está asumido, también como modo de evitar el despilfarro de fármacos, y por repartir una carga entre todos. Sin embargo, el copago por atención médica no lo plantea ningún partido político, al menos que yo sepa, ni ningún Colegio de Médicos. Es algo que la sociedad española descarta en su mayoría, pero con un matiz importante que voy comprobando, y es que muchos médicos en privado me comentan que sería una buena solución cobrar algo por la atención sanitaria. 

Se puede argumentar que la sanidad ya la pagamos con nuestros impuestos. Sin embargo, soy partidario de que los servicios públicos nos cuesten algo, para usarlos mejor y para disminuir la carga tributaria. Además, pienso que esos posibles 5 euros deberían tener excepciones, por ejemplo para pensionistas con pensiones bajas, o desempleados, o familias numerosas, personas con menos recursos o necesitados. 

No debe ser un debate cerrado. Todo lo que vale cuesta, los niños no vienen de París y la gratuidad total puede llevar a abusos: es la vida. La historia nos enseña que lo que hoy se ve de un modo puede o debe cambiar. Es un problema cultural y, en el caso de España, asumir que nuestra situación económica y endeudamiento requieren soluciones. 

El gran problema es social y político, porque los políticos piensan en el “hoy”, el famoso cortoplacismo, y en las elecciones próximas. Este tipo de medidas son impopulares de entrada, tachadas con una pasmosa demagogia o un estatalismo que busca que papá-Estado resuelva todo a los ciudadanos, abonándolos al pesebrismo y anulando el estímulo y la responsabilidad personal. Apelo a gente que quiera pensar.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.