El pasado domingo me encontraba con unos amigos tomando unos refrescos en la terraza de un bar. Entre los temas de conversación, salió a relucir la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, el millón y medio de jóvenes que acudieron de los cinco continentes a la cita con el Papa Francisco. Hablando de “la sofá-felicidad” que el Papa denunció en la vida de muchos jóvenes, con un itinerario que parte del sofá, prosigue con los videojuegos y continúa con el ordenador. El Papa había dicho que muchos jóvenes confunden la felicidad con un sofá, una comodidad que adormece a los jóvenes, en vez de trazarse un futuro con ideales y comprometiéndose más en la sociedad.
Entre los presentes, todos bautizados, pero varios que no practican. Sin embargo, muy de acuerdo todos con lo que había dicho el Papa a los jóvenes. Andábamos con comentarios diversos que iban salpicando este tema y otros, cuando uno de los presentes dijo: “Yo no entiendo cómo hay padres que dejan a sus hijos vestir de cualquier manera”. Señaló a una niña, que tendría unos 10-12 años y que caminaba con sus padres, con una vestimenta más que veraniega, en opinión de mi amigo contraria a la educación y el buen gusto. Y otro de los presentes en la tertulia comentó: “El problema está en los padres de los jóvenes, más que en los jóvenes, porque sólo se les habla de derechos y no saben lo que son obligaciones ni límites”.
Reconozco que el fondo y la forma que ha utilizado el Papa en Cracovia ha vuelto a romper esquemas, con un estilo directo, pegado al terreno, que entiende cualquier joven y toda persona de cualquier edad. Un tono que, en vez de reprochar o echar en cara a los jóvenes su comodidad, resulta alentador, porque propone otro estilo de vida: “no vinimos a este mundo a vegetar, a pasarla cómodamente (…), hemos venido a otra cosa, a dejar una huella”.
“Cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes”, un mundo que reclama “jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para los suplentes”, una “invitación a involucrarnos”, fueron algunas de las frases del Papa.
Los padres de esos jóvenes tienen entre 40 y 60 años. ¿Comparten esos padres las palabras del Papa? Tengo serias dudas de que tengan esa sintonía moral que el Papa pide. Y los jóvenes necesitan palabras, estímulo, ejemplos vivos en quien encontrar referencias concretas para su vida. La comodidad está en los padres “sofá-felicidad”.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.