Una hipérbole dialéctica ya muy desgastada. Un truquillo de cierta izquierda es identificar al Partido Popular con la derechona. ¿Y quién o quienes forman esa derechona?. La derechona está integrada –según ellos- por los ricachones, los cavernícolas, los enemigos del progreso, los enemigos de la mujer, los franquistas, los partidarios de la vida del ser humano desde el momento de su concepción en el seno materno; los enemigos de la democracia, los que creen que el hombre es un ser transcendente… Eso es la derechona. Una derecha cavernaria y troglodita. Y ellos, en su imaginario, la necesitan para seguir viviendo. Y como no existe se la inventan. Se la inventan hasta el extremo de reivindicar una y otra vez la España de los buenos y la España de los malos; la España de los rojos y la España de los azules. Como si el tiempo no hubiera pasado. Así hasta que llegue el día –que llegará- que se den cuenta de que solamente un partido de izquierdas virado hacia el centro y la moderación y una derecha centrada y también moderada, que se turnen en la gestión de los problemas nacionales importantes –los problemas que de verdad interesan a los ciudadanos- podrá convertir a España en un país serio, estable y competente. Tiempo al tiempo.
Alfonso Guerra tenía una gracia especial, con su acento sevillano, cuando hablaba de la detestada y odiada derechona. Hasta a sus adversarios nos hacía reír. El líder actual, excelente semblanza iconográfica del niño bien educado en colegios de pago, melifluo hasta la saciedad, tiene que forzar la vocalización y los acentos para que le salga bien, a lo tremendo, eso de la derechona.
Entonces, ¿donde está esa derechona tan odiada?. La derechonamilitante, esa que paga la cuota; que acude a los mítines; que reparte papeletas y pega carteles, que nunca pide nada –aunque algunos de los suyos descaradamente se hagan ricos-; que arriesga su propia vida en algunos lugares de España; que siente detrás de sí la pisada fatal del guardaespaldas. La derecha que cree en la unidad de España y en la dignidad e igualdad de todos los hombres; que siente el orgullo de haber nacido y ser libre en esta tierra de María Santísima; que está orgulloso de su historia milenaria. Que desea la justicia social para todos los españoles. Que, a veces, se siente inmensamente gratificado y feliz por el simple hecho de que su líder le dedique una sonrisa, le estreche la mano y le dé una palmadita en la espalda.
La derechona que en los últimos años ha tenido que salvar a este país dos veces de precipitarse en el abismo de una grave crisis económica y que sufre debido a la torpeza mediática de algunos de sus dirigentes que no tienen gracia ni salero para explicarnos, para explicar a todos los españoles, los frutos conseguidos. Barberos, mecánicos, labradores, autónomos, administrativos, profesionales universitarios, jubilados, amas de casa, etc. que yo sepa, constituyen la gran base sociológica del Partido Popular (y que, por cierto, según mi propia información), no he detectado entre ellos a muchos ricachones ni a gente muy pudiente. Algunos de esos se buscan la vida por los paraísos fiscales).
Para todos esos más de ochocientos mil militantes del Partido Popular; para todos esos hombres honrados, sencillos, honestos, que no ambicionan, ni ocuparán ningún cargo, venero insustituible y necesario para la estabilidad política de España, mi respeto y admiración. Se lo merecen por la gallardía que nos han demostrado en estos días de dureza. Solamente ellos saben todo lo que han tenido que sufrir –y sufren- en silencio por la torpeza y avaricia de algunos que nunca debieron figurar en sus filas.