La libertad de enseñanza se presenta hoy como una de las libertades más urgentes. Se trata de un derecho natural de la persona con perfiles claros. Su contenido se puede definir en pocas palabras: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, como proclama la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, promulgada por la ONU en 1948. Existe libertad de enseñanza allí donde los padres pueden ejercer este derecho; no existe allí donde se les impide ejercerlo.
Cuando se implanta la escuela única –el uniformismo estatal– es evidente que no se está respetando este derecho humano fundamental. Si todo es lo mismo no se puede elegir.
Gracias a la libertad de enseñanza, los distintos colegios pueden establecer su propio proyecto educativo, es decir, un conjunto de ideas coherentes que impregnan la enseñanza.
La libertad de enseñanza es también la garantía del pluralismo social. Toda estatalización supone siempre un monopolio contradictorio a la idea de pluralismo.
Se objeta que hay sectores deprimidos de la población que no pueden disfrutar de esta libertad. ¿cómo pueden elegir los padres de una zona rural donde sólo existe un colegio? He aquí un problema que algunos tratan de solucionar con la supresión de la libertad de enseñanza, a la que consideran un privilegio.
Efectivamente , donde sólo existe un colegio no es posible elegir más que ese colegio . Sin embargo, el sentido común ofrece dos respuestas sencillas.
En primer lugar, todos estamos limitados en nuestra libertad de mil maneras. En muchos sitios, como en las zonas rurales, no hay libertad real de casi nada, ni de cines, ni de prensa,… Los que viven en una ciudad sin aeropuerto no pueden elegir viajar en avión, y los que viven en un pueblo sin playa tampoco pueden bañarse todos los días entre las olas del mar. Esas limitaciones no se han conseguido superar en ningún país porque forman parte de la condición humana.
En segundo lugar, no debe admitirse que haya de ser suprimida la libertad de enseñanza a causa de que algunos padres no puedan realmente llevar a sus hijos a la escuela que prefieran. También es una realidad que hay ciegos y sordos; pero la solución no consiste en vendar los ojos a los que ven o en taponar los oídos a los que oyen. Si se aplicase este razonamiento a todo, acabaríamos suprimiendo todos los derechos y libertades reconocidos en las Constituciones del mundo entero.
La alternativa no es, pues, la uniformidad ni el igualar por abajo. Aunque en las zonas rurales no haya mucha libertad real, “empobrecer” también a la ciudad sería una falta de sentido común: una solución curiosa que, además, no arreglaría las cosas en las zonas rurales.
Por otro lado, la libertad de enseñanza no es una defensa de privilegios. Nadie puede afirmar esto con seriedad. Con la libertad de enseñanza se está defendiendo precisamente la justicia: que a todos –ricos y pobres– se les reconozca el derecho a elegir escuela para sus hijos. La injusticia más flagrante sería suprimir estos derechos a los pobres y a los ricos. Cuanto mayor es la libertad de enseñanza, más se garantiza el derecho de todos a la educación.
Sr. Marza y su equipo, tengan todos esto muy en cuenta, a la hora de tomar decisiones. Nos jugamos mucho.
Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora