Mitos y leyendas son la antesala de la Historia. El conducto de la tradición oral transmitía sucesivamente, de generación a generación, los acontecimientos relevantes ocurridos en la antigüedad. Un procedimiento que nos recuerda a las consecuencias que se dan como resultado del juego del teléfono estropeado.
Algún protohistoriador decidió realizar una compilación que fijara el caudal de relatos que circulaban entre sus coetáneos y expuso, ya por escrito, el hilo conductor de la historia de los grandes episodios sociales de interés colectivo que habrían acontecido.
A pesar de no existir todavía una metodología guarnecida por pruebas documentales, constituía una primera aproximación a satisfacer la demanda de información necesaria para resolver la incógnitas sobre el pasado; el germen de la evolución; la capacidad de transmitir conocimientos y conocer experiencias sin necesidad de haberlas vivido personalmente y utilizar sus enseñanzas para prevenir o resolver situaciones actuales: la memoria histórica bien entendida.
Así mismo aparecen los cronistas como “notarios” en tiempo real con la inevitable servidumbre del mecenazgo y de su propia subjetividad subsanada, a posteriori, con la aportación e interpretación de documentos que afianzan o matizan el relato.
En la actualidad, aunque todavía permanece cierta visión romántica disimulada, ya contamos con estudios concienzudos y bastante consensuados sobre las interpretaciones históricas y cualquier ciudadano tiene la oportunidad de bucear entre los libros de Historia. A pesar de esto, tenemos nuestra preferencia entre los distintos autores ya que podemos percibir tendencias a la hora de interpretar o exponer los hechos; esto estaría muy bien para todos aquellos que han conseguido traspasar la antesala y han atravesado el umbral de la Historia, siendo capaces de detectar si se mueven en el mundo de los mitos y leyendas o en el espacio racional de la investigación.
Creo que aunque existiera una intención “neutra” a la hora de contar a un niño un acontecimiento histórico de manera objetiva, éste formaría en su mente una recreación propia de la fantasía que caracteriza a las leyendas. Por esto, me parece que, contemos como contemos los sucesos, no podremos evitar que, para profundizar en los entresijos de Historia, tengamos que penetrar necesariamente a través de la jungla virtual que representa su Antesala; no parece haber otro camino para acceder, máxime si de forma intencionada seleccionamos como elegir y redactar un tema en un libro de texto y hacia qué perfil de alumno “conviene” dirigirse.
Se nos plantean varios interrogantes… ¿A qué edad procede enseñarse esta asignatura? ¿Tiene que ser mediante un único texto homologado y consensuado por una inmensa mayoría de los representantes sociales?
El marco de conocimientos en el que se instala un niño constituye como resultado el de programación neurolingüística que hace que este perciba una idea “completa” y hermética, imposible de desarrollar o reactivar cuando se convierta en adulto. La permanencia en este estado es de por vida en la Antesala mítica salvo que surja, por generación espontánea, el interés de alguien que , por tener ese “hobby”, le dé por buscar a él mismo la verdad por medio de la investigación personal autodidacta. En este punto, recomiendo la lectura del libro, ya promocionado en nuestra web: EL CONOCIMIENTO INÚTIL de Jean-François Revel “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira” Trata de la influencia de la ideología o de la manipulación en la información.
Todos hemos sido niños y podemos constatar si es cierto que aquello que nos enseñaron corresponde a la Historia o a la Antesala de la Historia. Podemos considerar que una creencia no perteneciente al mundo racional y que condiciona negativamente el día a día de la vida de una persona, sea considerado… ¿delirio?, que, a su vez, es manifestación de… ¿paranoia?.
Para poder sobrevolar por el Universo de la Historia ha habido que superar primero el tamiz del mundo mágico de su Antesala, aquel que realmente tenga ese tipo de inquietudes pues el resto permanecerá con sus conocimientos adquiridos de niño ya que ni se plantea que hubieran podido ser inducidos los contenidos que en su día asimiló.
De esta manera podemos verificar que no se trata de tener mayor o menor coeficiente de inteligencia, ni mayor o menor nivel de formación académica; cualquiera puede ser “victima” si en su día confió en el sistema y tiene la convicción de saber lo suficiente y de no necesitar saber más, sin sospechar que ha entrado en una espiral que ha creado una atmósfera impenetrable a lo real.
Entramos en la paradoja de cómo el ser humano, dotado de enormes potenciales intelectuales, puede caer bajo la trampa de la manipulación histórica y sufrir sus consecuencias.