Desde la perspectiva que ofrece disfrutar de una jubilación, tras varios años impartiendo clases en ciclos formativos de FP, unido a mi etapa como liberada en sindicato que defiende la libertad de enseñanza, y en el que he desempeñando funciones directivas en los órganos de gobierno unipersonales y colegiados previstos en los estatutos del Sindicato de Castellón, he decidido compartir algo que he aprendido durante estos años. Defiendo la educación integral y tengo muy claro que la educación neutra no existe.
Tanto los nuevos conocimientos que se acumulan a nuestro equipaje cultural, como las ampliaciones y desarrollo de los anteriormente adquiridos, precisan de un marco vital que los haga comprensibles y útiles para la gran síntesis personal que constituye toda autentica formación.
Cultura significa en sentido amplio cultivo, unidad, síntesis, coherencia. La información que se suministra en todo proceso formativo no tiene utilidad, si la persona a quien se suministra no puede, no sabe o no quiere asimilar esa información transformándola en parte de sí mismo.
Es un error toda información presuntuosa, que no se preocupa de la recepción dando, por hecho, una motivación en los que escuchan, que no siempre corresponde a la realidad. Supone una ignorancia del proceso formativo y un menosprecio del hombre al que se considera cosa a transformar.
Dejando sentado que no hay formación posible sin la colaboración activa de quién se forma, es prioritario el fenómeno de la motivación en todo proceso de formación. Se puede obligar a estar, a asistir, a oír, pero nada de esto es formación. Todo lo más es su puerta. Y no se abrirá esa puerta si quien está dentro no lo hace. Sin el otro, se puede violentar pero nunca se logra el entusiasmo que constituye la fuente de las cosas que están vivas. Motivar es dar razones serias para la acción y esperar que al otro le parezcan también razones suficientes.
Pero ni siquiera esta actitud motivadora es, por sí sola, garantía de éxito. El hombre es racional pero, antes, es libre y esa libertad la emplea frecuentemente en lo “ irracional”, en lo incoherente, y es su derecho. La comprensión, la paciencia y la constancia son cualidades indispensables e insustituibles del proceso formativo.
“El que forma no puede dar cultura porque no alcanza a rozar los resortes últimos de la decisión humana. Sólo el azar podrá hacer eficaz parte de su semilla”. (D. Pablo Carreño)
Pero existe un peligro, la manipulación. Viene a ser la gran tentación de nuestra época y constituye una plaga de la que resulta difícil defenderse y que obliga a “despertar” el espíritu critico de una parte y a buscar un aumento de la propia formación, de otra. Pues el mayor enemigo de la libertad es la ignorancia.
Necesitamos todos más y mejor formación y evitar que, a través de ella, se nos manipule. El tema es grave y de la más rabiosa actualidad. Además nos importa, y mucho. Todos poseemos verdad y poseemos errores. Cuando nos comunicamos, transmitimos sin poderlo evitar, ambas cosas. En la formación se puede ser honesto. No se puede ser neutral. Todo responsable de alguna parcela de la formación debe ser consciente de estos hechos para evitar la “manipulación formal”, consciente o ingenuamente transmitida.
Sólo existe un medio para trabajar en educación, cualquiera que sea su nivel y su aplicación, sin caer en la manipulación formal: poner en contacto al participante con las cosas, con las realidades desnudas y poderle decir: “toma y mira”. Lo contrario sería: “voy a decirte lo que debes mirar”. Eso es manipulación.
El educador, a diferencia del manipulador, sabe que inevitablemente puede llegar a manipular y trata de evitarlo:
1.- Poniendo al participante en contacto directo con las realidades (procesos vivos) para que él descubra los hechos (datos) y saque sus conclusiones (sentido de la vida)
2.- Poniendo “entre paréntesis“ todo lo que sean sus propias conclusiones o su propia filosofía sobre los asuntos, para que el alumno sepa a qué atenerse y actúe libremente en todo momento, aceptando o rechazando lo que son opiniones.
3.- Manifestándose claramente en todo lo referente a su propio sentido de la vida. Eso permite en todo momento que el educando pueda hacer los ajustes necesarios. No podemos olvidar que el educador es parte de esta realidad que el participante tiene que descubrir.
Así finalizó hace muchos años, el sociólogo D. Pablo Carreño su exposición sobre la cuestión formación-cultura: “La formación es posible y necesaria pero sin las debidas precauciones se prostituye fácilmente y se convierte en adoctrinamiento. No podemos olvidar que el fin no justifica los medios y que, por tanto, el adoctrinamiento es malo, aunque la doctrina sea buena. La verdad es perfectamente compatible con la libertad. Más aún: sin libertad no hay ninguna verdad que merezca ser transmitida, consecuentemente, no hay formación que se justifique. Aunque pudiera llegar a ser útil, no pasaría de ser domesticación.”
¡Atención educadores, pues no es tarea fácil!
Aprovecho para desearos unas felices vacaciones.
Mª Ángeles Bou Escriche es madre de familia, Orientadora Familiar, Lda. en Ciencias Empresariales y profesora