Un soldado, valiente y legendario, cosido el cuerpo de cicatrices gloriosas causadas por la metralla, llamado Millán Astray, les enseñó a sus legionarios una bonita canción titulada “El novio de la muerte”. Era y es una canción de caballeros, nobles y valientes, capaces de arriesgar su vida por salvar la vida, la hacienda y la libertad de los demás. Caballeros legionarios que aman la vida más que nadie y que saben disfrutarla más que nadie. Y cuando Millán Astray en Salamanca dijo aquello de ¡“Viva la muerte”!, en modo alguno trataba de defender prácticas suicidas ni quería ser un temprano emulador del doctor Montes ni precursor de despiadadas prácticas eugenésicas con los más indefensos. Millán Astray con su noviazgo adolescente con la muerte, sencillamente quería decir que la aceptaba de antemano –como cualquier buen soldado-, si el holocausto de esa muerte servía para salvar la dignidad, la libertad y la paz de su pueblo y de su nación. Era y es un grito de valientes, de gente honrada, fiel con sus principios y con mucho sentido común.
Para la progresía acomodada y ávida de nuevas sensaciones, Millán Astray y sus legionarios son gente fanática y ultramontana, unos fachas peligrosos que se enamoran con fanatismo de la muerte. No les gusta eso de novios de la muerte. Y sin embargo, ellos, sin pudor alguno se declaran amantes de la muerte en el sentido más peyorativo y cruel que alguna de las acepciones del diccionario pueda darle a la palabra amante. Defienden como un símbolo de progreso asesinar a seres humanos de cuatro, cinco u ocho semanas -¡qué más dá!-. O eliminar a ciertos enfermos terminales, incluso sin el consentimiento de sus familias. Para ellos, Millán Astray es un fanático; el doctor Montes es un bienhechor de la humanidad.
El tiempo colocará a cada uno en su sitio –especialmente a Zapatero- y pasados los años, las generaciones futuras contemplarán con horror y estupor la llamada cultura de la muerte –eutanasia, aborto-, con el mismo horror y estupor que ahora contemplamos la superada práctica legal de la esclavitud, mientras que seguirán aplaudiendo el paso rápido y marcial de sus legionarios, los eternos novios de la muerte., a su paso rápido y marcial por la Castellana.