Podemos ha retado a la Asociación de la Prensa de Madrid a que lleve a los tribunales su acusación de amenazas y acoso a diversos periodistas. Han de calcular bien los líderes podemitas sus pasos, pues al frente de la Asociación de la Prensa de Madrid está la experimentada Victoria Prego.
Una dubitativa Irene Montero sembró de más dudas la acusación de amenazas a periodistas, cuyo nombre lógicamente no se conoce. Llegó a decir que no conocía bien la situación y que no son ciertos los hechos que se denuncian. Pablo Iglesias ha dicho que es un hecho tan grave que, si tienen pruebas, los tribunales son el lugar para aclararlo.
Enfrente tiene Pablo Iglesias a Victoria Prego. Cuando se han hecho públlicas esas denuncias para proteger el trabajo de los periodistas, no me creo que Prego se haya lanzando sin paracaídas, sino que ha intentado cortar de raíz esas amenazas, pues ya sabemos todo que la justicia no es precisamente rápida en nuestro país, y que el trabajo periodístico no puede esperar a mañana: es el hoy lo que manda.
No es una amenaza por mi parte, sino un aviso a Podemos: si la APM ha dicho lo que ha dicho, es que tiene datos, quejas de periodistas que piden amparo y ayuda. Quiere cortar de raíz lo que sucede. Habrá calculado mucho antes de las palabras de Iglesias si es oportuno o no, si un tribunal puede considerar como “pruebas” ciertos hechos, pues ya se sabe que un juicio no se gana por tener razón o no, sino por tener pruebas que un juez estima definitivas.
Yo también he recibido comentarios insultantes o que intentan amedrentar, pero no sé si el autor o la autora es de Podemos o no. Lo que sí sé, y he comprobado reiteradamente, que al ofrecerme a aclararle algún aspecto por sus críticas pretendidamente agresivas no hay manera de obtener una dirección de correo electrónico fiable, no hay modo de saber quién es: no quiere dialogar o contrastar una información u opinión, lo que quieren es asustar y acallar. Desde luego, tampoco me sobra tiempo para emprender laboriosas investigaciones sobre la identidad de quien insulta. Y eso, para un periodista con cierta experiencia, ni asusta ni amedrenta: en mi caso, me dan alas, porque veo que no aportan razones ni quieren, sino sólo transmitir miedo.
Una cuestión que debe replantearse todo medio de comunicación es la ética al publicar algunas opiniones, si son hirientes, insultantes. Libertad de expresión no es libertad de insulto, opinar no es nunca agredir. En los medios de comunicación la mínima corrección y una educación exigible a todos también ha de llevar a impedir que se publiquen y difundan ciertos comentarios. Y esto no es, en absoluto, censura de ningún tipo, sino lisa y llanamente profesionalidad y exigencia de respeto.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.