Los nombramientos ministeriales suelen guardarse con sigilo, incluso provocando sorpresas notables cuando el presidente del Gobierno los da a conocer. Esta vez no ha sido así, y ya era conocido que Carolina Darias sería ministra de Sanidad y Miguel Iceta ministro de Política Territorial, tras la marcha de Salvador Illa a Cataluña para intentar ser el president de la Generalitat.
Se ha optado por no dar margen a debates ni peticiones previas, dando por zanjados esos nombramientos. Aunque a Pedro Sánchez le llegó la petición de que en Sanidad hubiera alguien del sector, que ya había habido bastante con el filósofo Illa.
Hay quienes defienden que la figura de un ministro no es tan importante como parece, sino el segundo y tercer escalón del Ministerio, que en la sombra llevan en la práctica toda la tarea, reservando al ministro una mera aparición ante la opinión pública y pidiéndole una mínima habilidad comunicadora y parlamentaria. Esos mismos defienden ahora que lo importante se decide en Moncloa, entre Pedro Sánchez, Carmen Calvo e Iván Redondo.
La epidemia hubiera requerido un ministro de Sanidad con dominio del sector. La ministra Carolina Darias es licenciada en Derecho, funcionaria, y sólo tiene en su haber para esa cartera haber sido portavoz de la comisión de Sanidad en las Canarias. Muy escaso bagaje para la complejidad de la pandemia.
Salvador Illa se ha ido sin arrepentirse de nada. Asombroso. Al menos, podía haber evitado decirlo, sin entrar en autovaloraciones de su etapa ministerial. Su principal virtud, tal vez, ha sido la paciencia, no perder la compostura nunca, la tranquilidad, pero de ahí a acertar hay un trecho muy largo. No me detengo en su larga lista de errores.
Por un momento, imaginemos que Pedro Sánchez se plantea elegir para ministro de Sanidad la persona más adecuada, fuera o no del PSOE ni de Podemos. Suena a insólito, y lo es desgraciadamente. Y, por ejemplo, piensa en la presidenta del Colegio de Médicos de Valencia, Mercedes Hurtado, oftalmóloga, que preside el Colegio Profesional de Médicos de la tercera ciudad de España.
Mercedes Hurtado dice verdades como puños (por eso mismo Pedro Sánchez no la admitiría, pero pensemos un momento en el bien de España). Arremete contra los políticos que se vacunan antes de hora, y para ellos pide dimisión y multa, sí una sanción económica: se ve que esta oftalmóloga sabe lo que mueve muchas acciones de los hombres. Y ha propuesto que los políticos vacunados indebidamente, así como los negacionistas, ayuden a los hospitales en las UCI. ¡Eso es una propuesta solidaria, y hacer bajar a la realidad!
Hurtado ha advertido que la situación actual de la pandemia “no es de una tercera ola, sino una pared vertical que se ha de saltar, por no haber actuado con más contundencia antes de Navidad” (ella lo advirtió en su momento).
Ante los nefastos datos de la epidemia en España comparados con otros países, siempre tendrá la excusa el Gobierno de que es un problema mundial. Sin embargo, Mercedes Hurtado pide medidas unificadas para toda España por parte del Gobierno, justo lo contrario de lo que ha llevado a cabo Pedro Sánchez, para descargar la responsabilidad en las autonomías. Una médico como Mercedes Hurtado era la antítesis de lo que Pedro Sánchez quiere.
Sobre Miguel Iceta como ministro, basta recordar su trayectoria vital, estudiantil y política, y que el único mérito para llegar al Ministerio es que Pedro Sánchez quería a Salvador Illa de candidato, catapultar a Iceta “a cualquier sitio”, y ahí lo tenemos de ministro.
El barcelonés Iceta empezó a estudiar Ciencias Químicas, pero prefirió “centrarse” en la política desde muy joven ya, y abandonó esos estudios, para empezar los de Ciencias Económicas, que no finalizó. Se afilió al PSC, y ya la vida resuelta desde entonces, de cargo en cargo político.
Iceta es el exponente de lo que no queremos: políticos que no hayan trabajado en nada distinto a la política. Viven de la política, no saben hacer otra cosa, y por su supervivencia son capaces de todo. Una pena. En su “haber” sólo que es catalán y que tenía que dejar el puesto de candidato a Salvador Illa por orden de Pedro Sánchez.
Llámesele como se desee: “partitocracia”, “dedocracia” o como se prefiera. Todo menos elegir a los mejores para cargos tan decisivos. Aunque también es cierto que los mejores no quieren implicarse, porque saben que pueden durar dos telediarios, porque mandan los mediocres. Esta es la realidad. Ojalá el futuro nos depare algo distinto.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.