Las tragedias humanas, los sucesos, ocupan buena parte de los medios de comunicación, con frecuencia abriendo un informativo o en la portada de un diario. El “éxito” que tienen en audiencia y lectores parece justificar su amplia cobertura, pero por eso mismo se requiere un esfuerzo especial para humanizar este tipo de acontecimientos, y hasta poner en entredicho que sean lo más importante para un medio de comunicación. Desde luego, no lo son para quienes pensamos que la información debe ayudar a dignificar a la persona, recogiendo la realidad que más ayuda a las personas, huyendo del sensacionalismo y buscando la calidad de la información siempre.
He hecho la prueba más de una vez. En un bar o en casa, las noticias sobre política o economía interesan más o menos, pero cuando la televisión informa de un accidente o de algún suceso los presentes dejan de conversar o de hacer lo que están haciendo, para prestar atención al suceso. Puede ser un caso de violencia doméstica, un tiroteo, un asesinato, un naufragio, un ahogado, un accidente. También he comprobado que noticias de interés humano y heroísmo altruista captan tanto o más la atención.
En torno a un suceso, hay multitud de aspectos que a veces se esquivan, o parece que no interesa resaltar, o no da tiempo a averiguar. Es cierto que ha habido un asesinato, o un accidente, pero también es parte de la realidad la reacción de algunos transeúntes, vecinos, que en no pocas ocasiones ofrecen facetas de gran interés humano, porque con las tragedias surge también la solidaridad o la ayuda, a veces de desconocidos que pasaban al lado.
Las prisas en la información priman sobre la calidad. Ser el primero en publicar un suceso o un accidente predomina sobre las reglas de contrastar la información, asegurar datos o reunir las diversas fuentes de información. Se simplifica con titulares llamativos, y hasta con detalles macabros. ¿Reglas de la tarea informativa o deficiencias que venimos padeciendo, alegando excusas, pero dejando un mal sabor de boca en periodistas y ciudadanos?
El dolor también tiene sus derechos, y la ayuda desinteresada y heroica de ciertas personas pueden ser más noticia que el suceso en sí mismo, y de paso se destaca el lado bueno de muchas personas, que se acentúa cuando presencian una tragedia en la calle, en el mar o en la carretera.
Podría poner no pocos ejemplos de mi vida profesional, y seguro que en ocasiones podía y debía haberlo hecho mejor yo también, pero al menos tengo la inquietud de lograr respetar el dolor de personas, familias o instituciones, aunque a veces ha supuesto truncar alguna información, y de ello no me arrepiento. En todo caso, estas líneas surgen tras el grave accidente de automóvil que ha roto una familia amiga, también por cómo se ha informado, no son una mera elucubración teórica y fría, sino reflexiones recientes de lo que también constituye parte de nuestra vida.
Es un reto permanente para los medios de comunicación: informar con precisión, respeto al dolor y no exagerar o dar como hipótesis meras elucubraciones del que informa o de una tercera persona. Lo he comprobado durante muchos años: recuerdo una periodista, en un diario en que trabajé, que se encargaba de la sección de Sucesos, y que pormenorizaba detalles morbosos innecesariamente y hasta macabros, o al menos eso nos parecía a algunos, hasta que cambió su estilo por uno más respetuoso, riguroso y sin dar lugar a supuestos imaginarios.
Un accidente de automóvil, con víctimas mortales o no, puede quedarse en un relato de lugar, fecha y damnificados. O bien, con mayor sentido profesional y ético, indagar e informar sobre reacciones de personas que pasaban, ayuda que prestaron hasta que llegó la ambulancia, abnegación y a veces heroísmo de bomberos o personal médico, por no hablar de la contribución admirable de muchos voluntarios que consuelan y ayudan en los hospitales a las familias de accidentados, en medio de una incertidumbre sobre la vida de una persona ingresada en la UCI.
¿Interesa más la escueta información de los sucesos trágicos, o las historias humanas que muchas veces acompañan esos sucesos trágicos? Tengo la impresión de que agradecerían mucho nuestros lectores o espectadores una mayor humanidad en el modo de tratar esa información, y hasta probablemente interesaría más ese lado humano que surge en una tragedia.
Si humanizáramos más este tipo de informaciones, tal vez no acabaríamos de ver el bloque de sucesos de muchos informativos con un “nudo en el estómago”, con desazón, porque también –y siempre– predominara el respeto a las personas, a las familias, al dolor. Y nos reconfortaría la ayuda de desconocidos, vecinos o transeúntes, que sale a la luz con frecuencia en muchas tragedias.
O al menos quedaría la satisfacción de un trabajo periodístico más humano, que no se nutra sólo de mails, notas de prensa, o llamadas telefónicas con prisa y pensando sólo en el titular. Y todos podríamos dormir con la conciencia más tranquila.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.