Entre todo el repertorio de Chomsky sobre métodos de control de masas, quizás hay uno que no se menciona: generar la pobreza de la gente. Si cita la ignorancia, pero no la pobreza. Sin embargo, a poco que reflexionemos, tendremos que convenir en que la pobreza facilita la dominación.
Estamos de acuerdo en que el globalismo que nos imponen supone que la riqueza se concentra cada vez en más pocas manos, que las grandes corporaciones y las multinacionales absorben toda la actividad económica. La consecuencia directa es que somos cada vez más pobres. Sin embargo, la duda es si esto es solo la consecuencia de un proceso de atomización económica en monopolios, que pretenden vendernos como irremediable, o es un efecto buscado de propósito, para lograr una mayor sumisión y un mejor dominio sobre la gente.
De aceptar esta última hipótesis, la pobreza sería otro medio de control. Uno especialmente cruel y despiadado, impuesto por políticos sin escrúpulos; en realidad, marionetas de los poderosos, en una nueva reedición de la Edad Media.
Creo que no hay problema en admitir que alguien con dinero, es alguien con “posibles”, como siempre se ha considerado; tiene capacidad para encargar servicios, comprar cosas, barajar distintas alternativas en cualquier toma de decisiones; y no tiene por qué seguir los dictados del poder. Alguien con dinero, es, por tanto, en potencia, un rebelde, dado que sus circunstancias le permiten serlo. Sin embargo, en el lado contrario, una persona sin recursos pasará la mayor parte del tiempo trabajando y utilizando todos sus esfuerzos en subvenir a sus necesidades, buscando y desempeñando cualquier trabajo por ocasional o mal pagado que esté; o bien renunciando a luchar por algo que valga la pena, en chándal, percibiendo una paguita y bebiendo cerveza y formando parte de la red clientelar de apesebrados.
Es evidente que, cuanta más gente se encuentre en esta segunda situación, más fácil será la tarea de gobierno, dado que habrá menos gente que pueda darse el lujo de protestar; las personas se sentirán débiles y vulnerables, y se preocuparán sólo de su subsistencia.
Quizás esto explique por qué, amparándose en una guerra lejana y en un país de los centenares que existen en el mundo, se nos amenace con hambrunas, se pretendan excusar subidas desproporcionadas de impuestos, creación de nuevas tasas, la factura de la luz se desboque, y el carburante se incremente en un 100%, en unas circunstancias en las que el barril de petróleo se encuentra más barato que hace veinte años, y es más que evidente que la población mundial no se alimenta solo de lo que pueda producir una nación.
Si a todo esto unimos la precariedad de la que ya venimos, con un mercado laboral cada vez más problemático, tendremos una masa cada vez más desesperada, dispuesta a transigir con cualquier exigencia, con tal de que se le permita sobrevivir.
Esta situación genuflexa de lo que ellos llaman “masa sucia”, justifica, por ello, que la pobreza se provoque de forma premeditada, sea una situación buscada de propósito, con la finalidad de obtener el resultado que se apunta, la dominación sobre la gente.