Estoy convencido de que los políticos que lean estas líneas no están de acuerdo, pero muchos de los que nunca hemos estado en un partido político ni estamos tal vez coincidamos.
Los políticos, máxime ante la inminencia de las elecciones autonómicas y municipales del 28- M –y unos meses después las elecciones generales– podrían hacer una reflexión sencilla sobre si candidatura: qué han hecho cada uno de ellos en estos años, también si han estado en la oposición, y en la campaña hacer balance, no limitarse a hacer promesas.
Claro que es exigente e incómodo lo que planteo: que a los posibles votantes les digan qué han hecho en estos años. Si optan a la reelección, que justifiquen con argumentos su candidatura. Si se presentan, es porque piensan que pueden aportar: que empiecen por resumir a qué se han dedicado.
En una empresa u organización es frecuente, necesario, hacer balance, evaluar el trabajo de una persona, y sobre todo en puestos directivos o relevantes. Claro que la política no es o no debería ser una profesión, pero la realidad es que unos cuantos profesionales de la política, que viven de ella: razón de más para exigirles.
Llevamos ya un tiempo plagado de promesas ¡y eso que todavía no ha empezado la campaña propiamente dicha! Me he acordado de una frase que leí hace tiempo, con sorna y a la vez reflejo de lo que se siente por parte de casi todos en estas semanas: “Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione”.
Si fuéramos anotando las promesas que los políticos están lanzando, soñaríamos que la perfección existe, y que todos y cada uno nos la van a hacer posible. Hay que distinguir las promesas que los candidatos municipales o autonómicos están ofreciéndonos, y calibrar su credibilidad.
La credibilidad la otorga lo que han hecho en estos años. No es creíble un candidato socialista que hable de reducir organismos públicos ni funcionarios, porque en su ADN y la realidad se ve lo contrario. Provocaría risa que Podemos prometiera no imponer la ideología de género. Si Compromís promete respetar la libertad de lengua entre las lenguas cooficiales castellano-valenciano, más de uno se puede enfadar, y mucho.
Sencillamente, está en el ADN de estos partidos políticos incrementar el sector público, imponer la ideología de género a todos los niveles y no respetar la cooficialidad del castellano en la enseñanza ni en los organismos oficiales. Provocaría risa y desprecio que ahora prometieran lo contrario de lo que han hecho en ocho años, con imposiciones crecientes en la enseñanza, la lengua vehicular y una ideología sectaria, que nada tiene que ver con la libertad, porque son imposiciones.
Los políticos deben tener proyectos, transmitir mensajes de construcción para el futuro, pero antes que eso han ganarse una credibilidad respecto a las promesas que hicieron hace cuatro años. Algunos mensajes, escuchados ahora, causan indignación, por un electoralismo insultante. En más de un mitin, alguien debería exigir a los políticos un balance de sus promesas anteriores.
Todos los partidos nos hablan y prometerán libertad y empleo. Lo que es interesante es analizar es su credibilidad a la vista de los años en que han gobernado, o co-gobernado, en municipios o en el ámbito autonómico. Antes que promesas, mencionar logros.
Si en los partidos políticos hubiese más rigor y exigencia, antes incluso de elaborar las listas electorales se podía haber pedido a cada candidato que, en un folio o dos, resumiera lo que ha hecho en estos años, tanto si ha gobernado como si ha estado en la oposición.
Que se pudiera evaluar en un Comité del correspondiente partido si es un diputado o concejal vago o trabajador, responsable o vacío, y tomar las decisiones correspondientes. Si hubiera un clima de exigencia en los partidos políticos, se debería evaluar lo que ha hecho cada uno. Políticos que se ganen lo que cobran.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.