Sin lugar a dudas, la Sanidad y su funcionamiento nos interesa a todos, por cuestión personal –presente o/y futura–, familiar y social. Es, junto con la enseñanza, el primer servicio que esperamos esté a la altura, que pagamos con nuestros impuestos. Tenemos derecho a una buena asistencia sanitaria, como servicio esencial.
Como servicio público que es merced a lo que tributamos, somos “sanamente” exigentes. Que alce la voz quien no haya oído de terceras personas, o ha sufrido, deficiencias intolerables de la Sanidad Pública.
Para desconcierto del lector de estas líneas, mi experiencia con la Sanidad Pública es excelente, y de la privada no tengo ninguna experiencia personal hasta la fecha. En esta referencia personal destaco a mi médico de Atención Primaria, gran profesional, que es la misma desde hace décadas, y esto también es un dato que favorece una buena atención por conocimiento de las personas. También agradezco el servicio de un Hospital público, en la única intervención que he necesitado, y a sus profesionales, salvo el desplazamiento en ambulancia –de una empresa subcontratada-, que sería digna de una película de los hermanos Marx.
Quiero destacar mi experiencia, porque lo más frecuente es lanzar improperios y quejas por la atención sanitaria de la Sanidad Pública. Me parece que, para ser justos, hay que admitir todo, y aspirar a mejorarla, y no poco, pero partiendo de que en España tenemos una Sanidad bastante buena, sin la comparamos con otros países similares, aunque algo peor ahora.
Debido a los “agujeros” de la Pública, existen los miles de consultas médicas privadas en todas las ciudades. No habría tantas con una Pública mejor, es evidente.
Nuestros médicos y enfermeros tienen buena preparación, y en otros países europeos se los rifan con sueldos superiores a los de España, motivo por el que sigue existiendo esa migración profesional: la remuneración de médicos y enfermeros también habría que analizarla y mejorarla, fruto también de una mayor exigencia por parte de todos, con horarios y plazos razonables que se cumplan.
La ministra de Sanidad, Mónica García, es médico anestesista, y ha afirmado que “respeta” la sanidad privada, que la conoce bien, y que no tiene nada que temer.
Durante sus años de ejercicio profesional como médico, Mónica García (Más Madrid, ahora ministra por la cuota de Sumar), fue firme defensora de la Sanidad Pública. Lógico. Sin embargo, que ahora diga que “respeta” la sanidad privada, produce en todos una reacción de cierto asombro, porque si no existiera en nuestro país la privada, el colapso sería inmenso.
Bastan unos datos, que pueden ser ilustrativos. En España hay 777 hospitales: 432 privados, que superan los 345 públicos. En Barcelona, que tiene bien ganada la fama de una excelente oferta sanitaria, hay 58 hospitales: ¡46 privados y 12 públicos! En la Comunidad de Madrid hay 46 privados y 34 públicos. Si Mónica García quiere atacar a Ayuso por ese flanco, que lo hará en alguna ocasión tras estos años de choques en la Asamblea de Madrid, que tenga presentes los datos de Barcelona.
Estoy muy de acuerdo en que la Sanidad ha de funcionar mejor, que una buena atención no puede depender de tener dinero para ir a la privada. Pero sin olvidar el servicio real, diario, imprescindible que presta la privada, y que hay que saber valorar con medidas eficaces, puesto que a lo que tenemos derecho es a un buen servicio sanitario, lo preste quien lo preste, y las autoridades han de tener esa mentalidad amplia y justa. Todos nos beneficiaríamos de una correcta relación y coordinación entre sanidad pública y privada, como también es el caso de la enseñanza.
Ante colapsos sanitarios, en diversas comunidades autónomas, se ha tenido que derivar a no pocos pacientes a la privada. Mientras no se pueda mejorar sustancialmente la Pública en algún momento o aspecto, hay que tener agilidad para apoyarse en la privada, con los diversos mecanismos existentes, por el bien de todos los pacientes y profesionales.
Solo por razones sectarias o políticas –que pueden ser también sectarias– se puede estigmatizar a la sanidad privada, como hace Podemos, que ha criticado a Mónica García, puesto que a los podemitas les interesa transmitir la imagen de que ni PSOE ni Sumar son de izquierdas.
Como ciudadanos y pacientes, distingamos lo que son rifi-rafes políticos de conveniencia coyuntural de lo que es conveniente para la sociedad. Observemos, pensemos, tengamos criterio propio, huyendo de sectarismos.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.