El senador socialista Javier Lambán debería dimitir, en vez de presentarse con grandes remordimientos éticos por la Ley de Amnistía. No es suficiente con que se ausentara para evitar votar, justificando su ausencia en que “incurriría en una insoportable deslealtad”.
La palabra “dimitir” suena muy poco en nuestro país. Bueno, realidad sí que suena, pero pidiendo que otros dimitan, no dimitiendo uno mismo por debacles electorales o virajes inadmisibles en un partido político.
Me pareció muy coherente la dimisión de Pere Aragonés, por los resultados de ERC, y me parece patético que Carlos Carrizosa no dimita al frente de Ciudadanos, y encima afirmando que se presentarán en las próximas elecciones ¿Tan difícil es reconocer el final de un proyecto político, que en 7 años ha perdido en Cataluña más de un millón de votos? Patética su aparición la noche electoral, agradeciendo los poco más de 20.000 votos y una cohorte detrás de él que siguen viviendo del partido, por ahora.
No te engañes, Javier Lambán: sigues como senador porque quieres, porque cobras. La Ley de Amnistía es, a todas luces, una barbaridad, y lo reconoces… pero sigues ahí. ¿Dónde está la valentía, en hablar de ética sin consecuencias en tu vida?
“En mi modesta opinión, vulnera la igualdad de todos los españoles ante la ley; pone en quiebra la separación de poderes, clave de la democracia, y, en última instancia, socava la autoridad moral y política del Estado para hacer frente ahora y en el futuro al independentismo”, ha dicho el todavía secretario general del PSOE en Aragón, porque sabe que sus diferencias con Pedro Sánchez le han sentenciado, y la sentencia se ejecutará pronto.
También reconoce que la Ley de Amnistía es “muy mal aceptada por la sociedad aragonesa”, y se puede añadir que por la sociedad española en general. Sería una razón sólida para dimitir la de no representar en una cuestión importante la opinión aragonesa, comunidad autónoma de la que ha sido Presidente durante ocho años.
Lambán tiene cáncer de colon, y en ese sentido inspira compasión. Además, personalmente me cae bien, como aragonés, nacido el mismo mes y año que yo, y llamándose Javier. Son circunstancias que conducen a que alguien caiga bien.
Sin embargo, una responsabilidad política tiene una alta exigencia: no apoyar cuestiones cruciales que atentan a la dignidad del cargo. Y eso es lo que falta a Lambán: la valentía de dimitir.
Dimitir no es, en absoluto, algo propio de cobardes o traidores. Es propio de gente coherente, valiente, fiel a sus principios y realista ante la vida: hay ciclos, los cargos no son vitalicios, sino de servicio a la sociedad. No dimitir es aprovecharse de los ciudadanos que le han elegido.
Lambán ha vivido de la política toda su vida, durante más de 40 años, y tiene 66: concejal de su pueblo –Ejea de los Caballeros-, presidente de la Diputación, presidente del Gobierno de Aragón, y ahora senador. Acabar su periplo político con la dimisión le honraría, en mi opinión. Jubilado cobraría menos que como senador, pero tendría la paz de acabar su carrera política con honra y sin justificaciones que a nadie convencen.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.