Según se mire, es muy complicado acertar con las decisiones de Pedro Sánchez porque está fuera de la categoría de lo previsible o razonable en un gobernante. O no es tan complicado si se acepta que antepone sus intereses electorales y personales a cuanto suponga política de estadista o presidente del Gobierno. Es muy habilidoso en desviar la atención pública.
Barajando intereses electorales, convocó las elecciones generales el 23-J, y le salió la jugada perfecta. Era previsible que nombrara vicepresidenta primera a María Jesús Montero: se compenetran y completan, también cuando Montero dijo aquello de “¡cuidao!” a un diputado en tono amenazante. Sánchez necesita gente que golpee directamente, sin muchos pases como se dice en el fútbol: Óscar Puente le viene muy bien.
Pedro Sánchez está empeñado en arañar votos a la izquierda, a Sumar, Podemos… y cuanto se le ponga por delante. Sabe que el dúo PP-Vox tiene un electorado creciente, indignado cada vez más con Pedro Sánchez, y ahí no puede pescar.
Para quitar votos a los partidos más a la izquierda que el PSOE, intenta abanderar el reconocimiento de Palestina como Estado, que ayer anunció en el Congreso de los Diputados para el próximo 28 de mayo. Los jóvenes que se vienen encerrando en las universidades españolas contra la invasión de las fuerzas israelíes en Gaza ya tienen un representante.
Dentro de su batalla electoral, aparece con fuerza el ataque continuo a los “ultraconservadores”, partidos políticos españoles y extranjeros, como supuestos enemigos de la libertad. En esa perspectiva hay que situar los ataques a Javier Milei, presidente de Argentina.
Pedro Sánchez hizo campaña contra Javier Milei, le plantó en su toma de posesión –y, consecuentemente para su particular juego de ajedrez, no le felicitó por la elección democrática-, y ha habido varias descalificaciones de ministros españoles, la más recordada la de Óscar Puente, aludiendo a que Milei parecía haber “ingerido” algún tipo de sustancia.
Las relaciones con Argentina son secundarias para Pedro Sánchez. Le interesa más demonizar a Milei, romper relaciones diplomáticas, poner en grave riesgo inversiones españolas y lo que haga falta, si piensa que le interesa electoralmente en su particular partida de ajedrez.
Milei ha de esmerarse más en su vocabulario, con el estilo propio de un presidente, no de un compañero de partida de ajedrez. Saber responder o no responder es parte de un presidente, por el bien de su país y de España. Sin bravuconadas.
Sánchez quiere meter a Javier Milei en esa conjunción mundial de partidos políticos y líderes ultraconservadores, siempre uniéndolos a Santiago Abascal, para movilizar a electores de izquierdas. Es lo que hizo el 23-J y le salió redondo, “asustando” al electorado ante un previsible gobierno PP-Vox.
Siguiendo con la política de Pedro Sánchez de dar prioridad a sus intereses electorales y desviar la atención, provoca noticias cuando le interesa, marca una agenda política hasta previsible.
Ahora nos intenta distraer ante las encuestas de las elecciones europeas del 9-J, que se presentan favorables a PP y Vox, para que el electorado esté adormecido, y usa Palestina –como dijo Feijóo– para “tapar sus problemas personales”. La política internacional -Palestina y Milei- le sirve para que no se hable de asuntos españoles, como Begoña Gómez, Koldo o Carles Puigdemont. Y después del verano decidirá si le interesa adelantar las elecciones generales.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.