La profanación eucarística en la iglesia de Caudiel, hace tres días, es ya la tercera que sufre la diócesis en 8 meses. Antes, en Teresa – mayo pasado – y en Vila-real, en la Basílica de San Pascual Bailón, el pasado mes de julio. Sólo una de ellas es motivo de dolor y rechazo, para creyentes y no creyentes, pero es que se trata de tres en pocos meses.
No es precisamente agradable escribir mi columna semanal sobre esta cuestión, pero lo hago porque albergo el temor de que, en una sociedad tan saturada de información, para la mayoría pase casi inadvertido. También porque parece que los periodistas tengamos reparos en tratar cuestiones religiosas, cuando es una dimensión más – la más digna – de la persona; tal vez por vestigios clericales de que sobre la Iglesia y la religión sólo deben hablar los eclesiásticos; tal vez por inseguridad al opinar de una cuestión que, fruto de la disminución de la práctica religiosa en España, requiere convicciones religiosas, al menos para respetarlas y unirse al dolor.
Por la fe, en la Eucaristía está Jesucristo realmente. Por salvar las Formas, hay multitud de historias de católicos que han arriesgado su vida, o la han dado, antes que permitir su profanación. No estamos hablando de un asunto secundario y, por ello, ha de valorarse en su medida la reacción del Obispo de la diócesis, D. Casimiro López Llorente, de celebrar una Misa de desagravio el domingo próximo en Caudiel, como antes lo hizo ante los sucesos de Vila-real y Teresa. Y también su petición de que se desagravie en todas las iglesias y templos de la diócesis, en un comunicado difundido el pasado lunes a primera hora, nada más conocerse la profanación.
Me comentaban hace unas semanas cómo se produjo la conversión de un personaje del mundo cinematográfico. No tenía fe, pero sí un amigo y colega, que la tenía y tiene. Un día acompañó a su amigo creyente a Misa, por amistad: celebró un sacerdote muy mayor, al que se le cayó una Forma al suelo. El amigo creyente, al acabar, lamió con su lengua el lugar donde había caído la Sagrada Eucarístía. Ese gesto de fe removió tanto a este personaje, que ahí sitúa su conversión al catolicismo.
¿Qué está pasando? Hay quien habla de un incremento de actividades satánicas. Hay quien habla de consignas ocultas. Desde luego, las profanaciones son en sitios muy distintos: pequeños pueblos… y en pleno centro de Vila-real. ¿Hay odio fomentado hacia la Eucaristía, hacia la Iglesia Católica? Lo seguro es desagraviar y respetar.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.