Este empresario excepcional falleció en Castellón el pasado 3 de febrero. Nació en Caudiel (Castellón) en 1921 y toda su vida transcurrió entre las provincias de Castellón y Valencia.
Padre de siete hijos, fue subdelegado de Hacienda en Valencia y delegado de Hacienda en Castellón. Posteriormente, fue presidente de Colorificio Cerámico Bonet, siendo una referencia en el sector azulejero, en unos años de fuerte pujanza empresarial, en una época que compartió esfuerzos y amistad con empresarios azulejeros que constituyen una generación de referencia obligada, como es el caso de José Soriano – Porcelanosa -, Federico Michavila – Torrecid – o Maximiliano Aparici – Cerámicas Aparici -.
Le conocí en Valencia 1994 y me di cuenta de que estaba ante una persona excepcional, a quien he podido tratar hasta su muerte, con la convicción de que ha sido una suerte para mí y para la multitud de amigos, colegas o conocidos que han tenido similar fortuna: una vida plena, plagada de iniciativas, generosa y que nos deja huella.
Sus cualidades de un reconocido tesón en el trabajo, personalidad dialogante y abierta, alto sentido de la justicia y de la función social de la empresa, le llevaron a promover a todos los niveles un hondo sentido humanista de la empresa, fomentando foros de reflexión ética en Castellón y Valencia. Metódico y convencido de que lo pequeño permite alcanzar cotas elevadas, fue un trabajador incansable y promovió diversas iniciativas educativas y sociales, como la asociación Moreres en Castellón para gente joven, ahora ya con más de medio siglo de actividad.
La alegría y el espíritu de servicio fueron compañeros inseparables en su vida, siempre dispuesto a ayudar a los demás, sabiendo sacar tiempo para su familia, su trabajo y las tareas sociales donde se le requería o pensaba que podía ser útil.
Se incorporó al Opus Dei en los años 50, al comprobar que su arraigada vida cristiana de buscar la unión entre lo cotidiano y lo divino, en ese “torrente circulatorio de la sociedad” del que hablaba San Josemaría Escrivá de Balaguer, encajaba con el sentido de su vida.
Junto con otros colegas y amigos, en 1967 ayudó a que comenzara la emisora COPE Castellón, con sede en Vila-real. A lo largo de su vida, siempre otorgó gran importancia a los medios de comunicación como tarea de servicio a la sociedad, siendo cercano y asequible para los periodistas.
Perteneció al Consejo Económico del arzobispado de Valencia, por cuyo servicio recibió la medalla “Pro ecclesiae el Pontifice”, concedida por Juan Pablo II y que es el más alto distintivo eclesiástico a un seglar.
Durante 20 años, fue presidente del Comité Ejecutivo del Patronato para la Culminación de las Obras de la iglesia concatedral de Castellón, logrando finalizar unas obras que se iniciaron en 1939, y para las que logró sumar apoyos del Ayuntamiento, de la Diputación y de la Generalitat Valenciana. En 1999 fue consagrada la concatedral de Castellón, por el entonces obispo de la diócesis, Juan-Antonio Reig Pla.
Agradecido y sencillo, su naturalidad le llevaba a hablar del mismo modo de cuestiones profesionales que de sus convicciones personales o religiosas, mostrando siempre un exquisito respeto a la libertad. Y los dolores y molestias que le condujeron hasta el fallecimiento, los llevó como todo en su vida: como un señor, sin una queja y dando paz. ¡Gracias, Evaristo!
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.