Que el lector juzgue: ahora mismo, en la enseñanza quienes eligen el castellano en la Comunidad Valenciana el castellano está presente en un 23,3% y el valenciano en un 44%. Y ahora estas cifras van a subir a un nivel de valenciano alrededor del 65%, mientras que el castellano sólo tendrá el 25%. Es una discriminación injusta del castellano.
Por mucho que se empeñe la Consellería de Educación, su empeño en imponer el valenciano es una injusticia, por mucho que se empleen eufemismos como “fomentar el valenciano”, “el castellano lo saben todos, mientras que el valenciano no”. Si alguien desea una enseñanza en castellano y encima es una mayoría, la ignorancia del valenciano no es una justificación para imponerlo. Es un atentado contra la ley, que establece la cooficialidad de ambos idiomas, y contra la democracia: no hay paliativos que sirvan, se atenta contra la pluralidad, y no cabe el silencio ni el cansancio.
Marzà tenía y tiene esa prioridad, que no es la de los valencianos. Se puede intentar envolver y disfrazar, pero los padres y el profesorado están pagando las consecuencias injustas de una dictadura lingüística, que tiene fines políticos más allá de la lengua, como es imbuir ya desde la infancia una historia y cultura que se encamina a los denominados “Países Catalanes”. ¿Por qué llamarlo valenciano cuando en realidad se encaminan hacia el catalán? Siguen en su empeño, pese a las protestas en la calle, los recursos judiciales que siguen dando la razón a quienes desean como lengua vehicular el castellano.
Es una injusticia, y además un perjuicio a los niños y jóvenes. Se les están recortando sus posibilidades profesionales: muchos de ellos trabajarán fuera de la Comunidad Valenciana y otros muchos necesitarán el dominio del castellano para sus relaciones profesionales, además del inglés. El valenciano se va fortaleciendo para que sea un requisito para el funcionariado, las empresas públicas, la docencia en tierras valencianas, cuando la realidad es que no es necesario, aunque sigan empeñados en hacernos ver que es imprescindible.
Un mundo cultural y laboral caracterizado por la globalización chirría ante esta política lingüística. No es consuelo pensar que algo similar sucede en Galicia, País Vasco, Baleares y Cataluña: mal de muchos…, epidemia, no consuelo. Y las subvenciones a los medios de comunicación que utilicen el valenciano son injustas.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.