Resumen:
A lo largo de los siglos, la diplomacia ha sido uno de los elementos fundamentales con los que los Estados han ejercido su poder. En la mayoría de los casos, disponer de un buen servicio diplomático ha sido esencial para incluso la supervivencia de las naciones. Los errores del mundo diplomático han llegado a desembocar en conflictos armados. Actualmente, en el mundo tan sumamente complejo que vivimos, la diplomacia renueva su importancia geopolítica, teniendo que adaptarse a las tecnologías de las era digital. El país que se quede atrás en este campo debe ser consciente del riesgo en que pone a sus ciudadanos.
Palabras clave:
Diplomacia, diplomacia digital, diplomacia pública, era digital, inteligencia, geopolítica.
Keywords:
Digital era, digital diplomacy, diplomacy, intelligence, geopolítics, public diplomacy.
Introducción
«La diplomacia es el arte de conseguir que los demás hagan con gusto lo que uno desea que hagan».
Dale Carnegie, escritor estadounidense.
La palabra «diplomacia» puede hacer referencia tanto a una actividad como a una institución. En el primer sentido del término, se podría definir como la acción de relacionarse e interactuar los Estados entre sí. Por lo que respecta al segundo, se trataría de la organización estatal y de las personas que en ella trabajan con la finalidad de velar por los intereses de su nación mediante la relación con otros países.
Desde sus orígenes, se ha tratado del establecimiento de relaciones pacíficas entre entidades políticas, ya fueran imperios, reinos o naciones.
El origen y evolución de la diplomacia
«Los embajadores tienen como misión obtener sin guerra lo que el gobernante necesita».
Jenofonte, Ciropedia.
Los orígenes etimológicos se remontan a la antigua Grecia, concretamente a la palabra diploun –de doblado en dos o doble-, empleada para hacer referencia a los diplomas (διπλομα). Este diploma era un tipo de documento oficial, una especie de carta, empleado por los enviados de una autoridad para garantizarles su seguridad durante los viajes. Tenía como característica estar doblado y sellado de alguna manera, de modo que solo pudiera ser abierto por el destinatario, normalmente otra autoridad política. De este modo, el portador del diploma pasaba a convertirse en diplomático. Del griego pasó al latín diploma, y siglos después se transformaría en el diplomatie de la lengua francesa y el diplomatics en inglés.
Poco a poco, el contenido de la palabra diplomacia fue ampliándose para incluir a los documentos con los que se relacionaban las cancillerías e incluso al archivo y conservación de documentación oficial. A partir de principios del siglo XVI, se empezó a emplear el término «diplomático» para hacer mención a la codificación de la escritura que se empleaba para validar los diplomas emitidos por las autoridades eclesiásticas.
Se considera que la primera escuela diplomática fue creada en 1701 en la Santa Sede, por iniciativa del papa Clemente XI, a la que se dio el nombre de Academia de nobles eclesiásticos1. Pero no sería hasta finales del siglo XVIII cuando se empezara a emplear la palabra «diplomacia» en el sentido actual de gestión de las relaciones y las negociaciones entre naciones por parte de funcionarios gubernamentales en representación de su Estado. En ese momento, Edward Burke, un parlamentario británico, propuso que sustituyera al término «negociación» que se había usado hasta entonces para igual fin.
1 Esto hace que el Vaticano no solo disponga del más extenso y mejor conservado archivo de asuntos diplomáticos del mundo, sino que además su servicio diplomático acumule una experiencia que resulta valiosísima para el ejercicio de la diplomacia, la cual la Iglesia católica de Roma practica en todos los rincones del planeta.
A partir de esos años, la diplomacia se convirtió en un coto de aristócratas, no pudiendo acceder a ella los provenientes de la burguesía hasta ya entrado el siglo XIX. A pesar de esta limitada apertura, los diplomáticos se erigieron en un cuerpo, convencidos de ser los únicos que podían tratar temas tan importantes que afectaban a la supervivencia de su Estado, llegando al autoconvencimiento de pertenecer a la más relevante institución estatal. Durante lo tensos momentos vividos en la política internacional de los turbulentos años del siglo XX, la diplomacia llegó a convertirse en el instrumento con el que los países más poderosos efectuaban una «guerra pacífica», consolidándose así la idea entre los diplomáticos de ser el principal pilar del país.
La importancia de la diplomacia como fuente de poder
«Toda diplomacia es una guerra continua por otros medios».
Zhou Enlai, primer ministro de China de 1949 a 1976.
Un buen servicio diplomático otorga a cualquier país una gran ventaja. Una de las claves de la seguridad nacional es conseguir una positiva influencia en el mundo, es decir disponer de una buena imagen que favorezca los intereses del país, empezando por los económicos. Este influjo va a permitir atraer a otras naciones y ciudadanos afines, así como disuadir a los posibles adversarios. El pilar principal para ejercer el debido ascendiente lo constituye el servicio diplomático, que permite construir y mantener asociaciones y alianzas que favorezcan los intereses propios, especialmente en situaciones delicadas. Esta misma diplomacia consigue actuar eficazmente en el seno de las organizaciones internacionales en las que se gestan las decisiones mundiales, sean de índole económico, geopolítico o militar. Como decía François de Callières, diplomático al servicio de Luis XIV, en De la manière de négocier avec les souverains, «la fortuna de los más grandes Estados depende a menudo de la buena o mala conducta y del grado de capacidad de los negociadores que emplea»2.
2 Callières, François de. De la manière de négocier avec les souverains (1716). Reimprimido en India por Facsimile Publisher en 2016.
La diplomacia bien ejercida puede conseguir lo que con la fuerza no se lograría. Puede doblegar voluntades obcecadas y abrir puertas que estaban sólidamente cerradas. Su capacidad para influir en el contexto mundial, para ejercer de prolongadores del poder nacional, hace que todos los países procuren contar con un buen servicio diplomático. Y quien así no lo entienda, se equivoque en los procesos de selección de los diplomáticos y de sus equipos, o no le preste la debida atención a este pilar del Estado, debe ser consciente de que se encuentra en clara desventaja frente a países que llevan siglos haciendo esfuerzos para dotarse de una diplomacia vigorosa, dinámica y eficaz, por lo que todos los intentos para conseguir los objetivos nacionales pueden verse truncados, aun cuando disponga de otros atributos con los que podría obtenerlos.
Es más, una diplomacia deficiente puede no ser capaz de evitar una guerra, cuyos resultados son siempre inciertos. Con gran amargura, el canciller alemán Bernhard Bülow comentaba en Memorias del canciller Príncipe de Bülow que «si en el aciago verano de 1914 no hubiesen perdido la cabeza los diplomáticos de todas las grandes potencias, se hubiera podido evitar la catástrofe más espantosa que han visto los siglos, la Primera Guerra Mundial»3.
3 Bülow, Bernardo. Memorias del canciller Príncipe de Bülow. Espasa-Calpe. Madrid. 1931.
Por ello, contar con un elenco de personas capaces, buenas negociadoras, con elevado poder de persuasión4, dotadas de personalidad arrolladora, inteligentes y sutiles, agraciadas con el don de gentes, proporciona a un Estado un bien de valor incalculable. Como decía el diplomático británico sir Henry Wotton, quien sirviera al rey Jacobo I de Gran Bretaña como embajador en La Haya, Viena y Venecia, «un embajador es una persona honesta, enviada al extranjero para mentir por el bien de su país». Y para eso tampoco sirve cualquiera.
4 François de Callières aconseja que en diplomacia “se deben ganar los corazones y las voluntades de los hombres”.
La renovada diplomacia
En el contexto actual existe un elevado número de actores en el ámbito de las relaciones internacionales sin parangón con ningún otro momento anterior, a los cuales los avances tecnológicos les posibilitan una influyente participación en la vida política y social.
De este modo, el concepto de diplomacia se está transformando para incluir, en buena medida, un abanico de actividades mucho más amplio, las cuales son llevadas a cabo tanto por los clásicos actores gubernamentales como por otros variados que se han ido incorporando y que hasta no hace mucho eran ajenos, yendo desde particulares especialmente influyentes, multinacionales, grupos sociales u organismos internacionales. Por ello, la diplomacia tradicional está evolucionando para apoyarse también en estos nuevos actores para intentar seguir consiguiendo sus finalidades tradicionales en beneficio de su país, consciente de que ya no es, en muchos casos, el único interviniente en la ejecución de las relaciones internacionales.
Por otro lado, la importancia creciente que está adoptando la economía en las relaciones internacionales, como elemento decisivo de poder, implica que el mundo de la diplomacia también deba volcarse en este campo para conseguir los mayores beneficios para su país. En este sentido, algunos países aplican especiales procedimientos diplomáticos de apoyo a sus capacidades industriales nacionales realmente eficaces, conscientes de que solo con un respaldo decidido al desarrollo económico y financiero propio se puede conseguir y mantener la grandeza del país.
Pedro Baños Bajo es analista, conferenciante y escritor.
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