Carlos Escorihuela, el presidente de la patronal turística de Castellón (ASHOTUR), dio la voz de alarma la semana pasada, por una causa que no podíamos sospechar: no se están cubriendo los puestos de trabajo en restaurantes y hoteles en plena temporada turística, la del verano. Cuesta creerlo, en efecto, cuando en España hay tres millones de parados y en nuestra provincia casi 40.000. Escorihuela explotó, con razón, porque el turismo es una gran parte de nuestro PIB, una gallina de los huevos de oro, pero que ahora tiene un agujero insólito.
Desde los sindicatos se ha alzado la voz sobre la precariedad de los puestos de trabajo en el sector turístico, alertando sobre las condiciones laborales, con jornadas exhaustivas y –según dicen desde los sindicatos– sin remunerar las horas extras. Escorihuela ha “disparado” contra los sindicatos, acusándoles de poner trabas cuando lo que han de hacer es apoyar al sector turístico. Si hay unas condiciones laborales abusivas en algún hotel o restaurante, Escorihuela ha indicado el camino: denunciarlo, pero no demonizar a todo un sector.
Escorihuela no se ha cortado. Ha llamado la atención ante este fenómeno de no cubrir los puestos necesarios, señalando que parece haber un sector de la población que prefiere cobrar un subsidio de desempleo a tener un contrato de trabajo estos meses veraniegos, con la posibilidad de que se alargue finalizada la temporada de verano. Indudablemente, no cuadra la realidad turística de la provincia con la falta de trabajadores para puestos muy básicos, que apenas requieren preparación ni especialización. Y cuesta más entenderlo cuando oímos los esfuerzos para que los trabajadores del sector aprendan idiomas con el fin de atender mejor al creciente turismo extranjero, un esfuerzo para cualificar la preparación de estos trabajadores, pero que a la hora de la verdad no acuden a las ofertas de trabajo.
No lo podíamos imaginar. El turismo en apuros porque no hay personas interesadas en trabajar. Y máxime cuando se ha subido el salario mínimo. Es inevitable recordar el doloroso paro juvenil, pero algo no cuadra cuando vemos a gente joven –hijos de amigos, de conocidos, de vecinos– que vive a costa de sus padres, y no se ponen a trabajar unos meses en restaurantes y hoteles. Hace unos años, los jóvenes tenían ganas de ganarse un dinero en verano, pero parece que ya pertenece a otra época, en realidad a otro milenio. Coincido con Escorihuela: una situación incomprensible.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.