Quiero felicitar la Navidad con estas líneas a todos los lectores, ¡feliz Navidad! Además de hacerlo, pienso que hacerlo sin quedarme en expresiones o palabras que repetimos en estos días puede ser útil, ofreciendo unas breves reflexiones de lo que considero una clave esencial en Navidad: la humildad. Con los años comprobamos su importancia: el poder de la humildad, la fuerza de la humildad, que se nombra poco.
Adentrarse en la Navidad, vivirla, requiere humildad. Así lo pienso, porque es el modo de vivir y conmemorar esta fiesta entrañable, familiar, sin que se quede en una celebración basada solo en comidas, cenas, regalos y viajes. El modo de aprovechar estas fiestas tiene en la humildad la vía para que nos digan algo más que unos brindis o trasnochar con la familia o amigos. Sirve para católicos practicantes, para los que no practican, y para los no cristianos, para todos: la humildad del pesebre, de un Niño en el portal de Belén, que es Dios, y que elige nacer de esa manera. Rezando ante un belén o contemplándolo con paz, hay un mensaje para toda la humanidad: depende de cada uno captar lo que más le incumbe, le interesa o le afecta. Con una actitud de autosuficiencia o de estar de vuelta de todo, la Navidad puede pasar de largo sin ayudarnos.
Hace unos días, un colega elogiaba por escrito a otro periodista por sus grandes cualidades humanas y profesionales, y entre esas cualidades mencionaba la humildad. Existe una visión deformada de la humildad, asociándola a ser encogido, apocado, timorato, “humildico”. Tan importante es esta virtud que Miguel de Cervantes, en su obra “Coloquio de los perros”, dice que “la humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y sin ella no hay alguna que lo sea”. Nuestro gran escritor sintetiza magistralmente la importancia de la humildad, no lo dice un teólogo o un santo.
Tanto a nivel profesional como familiar, en todos los ámbitos, se agradece estar al lado de una persona humilde, o que se esfuerza por serlo, porque siempre tendremos soberbia. El humilde se conoce de verdad, tiene una actitud constante de aprender, ve las cosas positivas de los demás, escucha, pide ayuda, es realista, opina sin arrollar porque es consciente de lo limitada que todos tenemos la percepción, no se impone, no va dando lecciones siempre y en todo, no lleva la contraria por el placer de significarse, evita el protagonismo sistemático. ¡Cuánto se agradece convivir con una persona así!
¡Qué gran fuerza tiene la humildad en el trabajo, en la familia, en la convivencia diaria, y cuántos roces y desánimos evita! La Navidad se entiende en clave de humildad.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.