Fue indignante ver a los diputados usando continuamente el móvil en el debate de investidura. Es un motivo más para avergonzarnos de los diputados que tenemos: en vez de atender a cuantos han intervenido, hacer sus propios análisis y dedicarse a su trabajo –muy bien remunerado, por cierto-, muchos estaban distraídos con el móvil. Penoso.
No sirve de excusa que pueden haberse comunicado con otros diputados, y tengo datos de que muchos no estaban tomando notas de lo que se exponía: estaban en otra cosa, no prestando la mínima atención a los discursos, mientras muchos españoles estamos trabajando de verdad, y muchos soportando elevadas temperaturas, mientras ellos cómodamente disfrutan del aire acondicionado mientras juegan con el móvil.
Me ha venido a la cabeza el recuerdo de un diputado turolense, Manuel Pizarro, que tomaba notas concienzudamente durante las sesiones, una “rara avis” ya entonces y más ahora. Pizarro era y es honrado, cumplió con su trabajo parlamentario. Cuando vio que el PP quería un diputado sumiso sistemáticamente a las directrices, dejó el Congreso.
Pero Pizarro se fue con la cabeza alta, tal como entró. Ni dependía de la política para vivir ni la política española quería una personalidad luchadora como la suya: no había sitio para un “gladiador” político, que aportaba mucha experiencia profesional y altura de miras. Había sido presidente de la Bolsa de Madrid, presidente de Endesa, presidente de Ibercaja… En los partidos quieren corderos políticos, no líderes que puedan ensombrecer a quienes llevan las riendas.
Y luego los diputados exponen sus apreciaciones en los medios de comunicación con frases hechas, titulares copiados y simplezas, porque carecen de elaboración propia. Hay que ser honrado y parecerlo.
Es una prueba más de la falta de talla de nuestros políticos, probablemente muestra de la sociedad, aunque no queramos admitirlo. Sí, están ahí porque les hemos votado, pero para que trabajen, no para que jueguen o se dediquen a otros asuntos distintos al debate parlamentario, con la importancia que tiene un debate de investidura.
Si los diputados se distraen de esa manera, tal vez haya que prohibir que sus “señorías” entren móviles en las sesiones del Congreso de los Diputados. La palabra prohibir suena fuerte, pero han demostrado que se merecen la misma prohibición que tienen los alumnos de entrar con móvil en los centros escolares, o la que tienen muchos trabajadores para usar internet sólo en cuestiones profesionales. Si los diputados han de enseñar algo, que empiecen por ahí, por la honradez y el rigor en su trabajo, que se ganen lo que cobran.
Lo que hemos visto es una falta de respeto a todos los españoles. Falta de respeto y también falta de ética. No sólo es cuestión de falta de educación –que lo es-, sino una muestra de la superficialidad y falta de rigor de nuestros representantes políticos.
Para colmo, el posado de los políticos al acabar el debate cuando se veían grabados por cámaras de televisión resultaba todavía más hipócrita, con una sonrisa vacía y gestos de quien va más a un desfile de moda que a un debate de investidura.
Alguien puede justificar esa conducta de muchos diputados en que se deben al partido, y su voto lo decide el líder del partido. Ya sabemos todos qué tipo de democracia interna existe en nuestros partidos políticos. Pero no me sirve la excusa, porque para avanzar en democracia cada uno debe ser responsable y mejorar lo que pueda a su alcance. De lo contrario, sucede lo que sucede: que nos quejamos por sistema, alegamos que todos lo hacen y la dejación de deberes encuentra acomodo.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.