Agosto es el mes de las vacaciones por excelencia, y lo comprobamos pese a las circunstancias de la pandemia y las limitaciones que tenemos en nuestra vida cotidiana. En cualquier caso, este año hemos vivido y vivimos una situación de tensión y sufrimiento que hace más necesario el descanso para todos. El cansancio físico o psíquico hace mella en toda persona, no somos robots ni superhombres, y el descanso razonable y posible es una necesidad, un derecho. Algún lector puede sonreír con ironía al leer estas líneas, por encontrarse sin trabajo desde hace meses, o por una situación familiar agobiante. Desde luego, quien no ha podido abrir su comercio o reanudar su trabajo y sufre en su bolsillo puede estar tentado de no seguir leyendo cuanto escribo, pero me atrevo a decir que son quienes más han de hacer un esfuerzo para descansar lo posible: no se trata de ser pesimista u optimista, sino realista.
Si nos atenemos al realismo de nuestro entorno, es posible descansar. Si nos aferramos a planes o viajes que nos hubiera gustado realizar y no son posibles, nos cansaremos más. Hay autónomos, por ejemplo, que tienen la suerte o la necesidad de trabajar todo el año, y se organizan para ir descansando con realismo. Otros están tensos y sufriendo porque no pueden trabajar en verano, como desearían o tenían previsto: son situaciones difíciles, que requieren compaginar la búsqueda del trabajo con el descanso razonable, porque de lo contrario la ansiedad y el desaliento pasan factura, y hasta fállan las fuerzas para salir adelante, para sacar adelante la familia. También es cierto que se sufre más por los agobios de la familia que por los de uno mismo, pero poco se ayuda a la familia si reina el desaliento o se comentan obsesivamente dificultades y tensiones.
Por todo ello es útil que todos descansemos con realismo: muchas veces aparcando planes que otros años hacíamos, buscando salidas a lugares cercanos –gran ocasión de conocer pueblos o parajes cercanos-, acudiendo a la playa más cercana en vez de irnos a otros países o playas alejadas. Oxigenándonos unas horas al día, o el fin de semana, si no hay posibilidad de otro descanso. Vemos que hay personas que saben descansar, y otras que se agotan con quimeras y quejas: si algo cansa, y mucho, a uno mismo y a los que nos rodean, es la queja permanente. Quejarse cansa y no conduce a nada positivo. Puede ser momento de cultivar amistades. Experiencias positivas: acertar cada uno con lo que le descansa –leer, ejercicio físico, etc.– y procurar el descanso de los que nos rodean sin mirarnos el ombligo. No son recetas, sino experiencias.
Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
Escribe, también, en su web personal.